Crece el consumo de tranquilizantes, sedantes y somníferos

Pedro J. Martín Pérez Domingo, 27 de Marzo de 2022 Tiempo de lectura:



El último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), elaborado en 2020 con datos de 2019 previos a la pandemia, se ha realizado con las cifras de consumo aportadas por 85 países, ha constatado que España es el primer país del mundo en el índice de consumo por cada 1.000 habitantes de benzodiacepinas, medicamentos psicotrópicos utilizados fundamentalmente para tratamientos de casos leves de ansiedad, insomnio o trastornos emocionales.



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Durante la pandemia el uso ha aumentado. No solo en el primer año, el que golpeó más duramente y produjo restricciones más severas. También en 2021. Hasta el último trimestre del año pasado, ha subido un consumo que ya estaba disparado. Los datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) muestran que en 2021 se alcanzaron las 93 dosis diarias de ansiolíticos e hipnóticos por 1.000 habitantes, un 6% más que en 2019.

Existe una tendencia creciente a la medicalización en la vida cotidiana. Problemas de salud ordinarios y autolimitados que hasta hace poco pasaban desapercibidos son ahora considerados síntomas e incluso patologías que deben ser tratados, se une a ello la mala tolerancia a la frustración en muchas personas.

Pero también la saturación del sistema de atención primaria y la falta de profesionales en salud mental son otras posibles causas. De hecho, en España hay 11 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, casi cinco veces menos que en Suiza (52) y la mitad que en Francia (23), Alemania (27) o Países Bajos (24). También los psicólogos clínicos escasean y en 2018 apenas eran unos seis por cada 100.000 habitantes en la red pública (tres veces menos que la media europea). 

En este sistema saturado, no hay accesibilidad correcta, por ejemplo, a la psicoterapia, la solución más fácil es prescribir pastillas, que tienen sus indicaciones en muchos casos para unas semanas, pero cuyo uso se cronifica y se extiende, demasiado a menudo, de forma indefinida. Y de esta forma se establece un círculo vicioso (que se extiende al resto de la sociedad) y así lo pacientes quieren pastillas para dormir, para los nervios, para superar problemas...

Los principales consumidores son los mayores de 65 años: un 25% (más de 2,3 millones de personas) los habían tomado en las dos semanas previas a contestar la Encuesta Nacional de Salud de 2017.

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Consumo de tranquilizantes y antidepresivos en España por comunidades autónomas en 2017. Diferencias en la distribución según sexo.

Las posibles causas en este grupo de población pueden ser las alteraciones de los patrones del sueño, los estados de soledad por pérdida de la pareja y los fenómenos de ansiedad y tristeza que convierten a los ancianos en un grupo propicio para el consumo de estos fármacos.

El abuso de psicofármacos es considerado un problema de salud pública que se ha disparado en la pandemia (la situación de fatiga pandémica, de crispación social, hace que la gente demande aún más estos fármacos), pero venía creciendo desde hace décadas. El consumo de tranquilizantes en mayores era del 3,1% en 1993, creció hasta el 15,5% en 2003 y subió al 25% en 2017, según las sucesivas encuestas nacionales de salud.

tranquilizantes03El problema de las benzodiazepinas llega cuando se abusa de ellas y se toman durante más tiempo del indicado. Crean una adicción, que es sobre todo psicológica. Piensas que no tienes más remedio que tomar pastillas para dormir, para no estar nervioso, para no tener un ataque de pánico. Y si no las tomas, no duermes, porque ya tienes un síndrome de abstinencia.

Tu cuerpo se acaba habituando, pero no atajas los problemas y terminas durmiendo solo cuatro, cinco horas como mucho, cuando en un problema de insomnio lo primero que hay que hacer es retirar el hipnótico y aprender a dormir, a afrontar lo que lo ha causado.

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Para ayudar a un paciente se requiere tiempo en consulta y así poder ofrecerle explicaciones sobre lo que le pasa y herramientas de cómo afrontarlo. 

La mejor manera de acabar con este uso prolongado sería la revisión del tratamiento, solución que vuelve a darse de bruces con la realidad de la presión que sufre la medicina familiar por la falta de suficientes profesionales para cubrir la demanda asistencial y de tiempo para atenderla debidamente.

Pedro J. Martín Pérez
Médico de Familia y Comunitaria.
Experto Universitario en Nutrición Clínica y Salud Nutricional

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