Asistir al crecimiento natural de una isla, a base de la lava que emana del volcán, es un hecho histórico, y por eso, un equipo de Infonortedigital.com, se trasladó a la Isla Bonita, para contar en primera persona, este hecho en sus dos vertientes, el del espectáculo de la naturaleza, que lo es, y el de la vivencia humana de los afectados, que nos ha tocado profundamente el corazón.
Vivimos en una tierra volcánica, y no podemos negarlo ni estar de espaldas a esa realidad, con la que ahora, con la erupción en La Palma, nos hemos dado de bruces.
Llegamos de noche a los Llanos de Aridane, donde Lidia, con suma generosidad nos ofreció su casa. Paramos en la carretera ante el impacto emocional de la noche teñida de rojo, y una lluvia de cenizas que nos recibió tiñiendo la carretera de un manto negro.
En los días posteriores, sobre nuestros cuerpos, cayó también otra lluvia, en forma de esperanza e ilusión del pueblo palmero, y cayó también la lluvia de la solidaridad de la tierra canaria, una lluvia que no cesa y que ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia.
Nos acompañó diariamente el rugir del volcán, que nos recordaba que islas como la de La Palma y el Hierro, están todavía en proceso de formación. Y es que el volcán destruye los sueños de vida personales, pero también construye la realidad física de una isla, haciendo más grande un terreno que hasta hoy era más pequeño, modelando su fisonomía y la nuestra también.
Tenemos que tener muy presente que la erupción del volcán es la construcción de una tierra, que el día de mañana, como ya ha pasado, traerá riqueza económica y nuevos sueños de vida que conquistaremos con el esfuerzo de todos y todas.
En estos días, hemos podido sentir la preocupación de hombres y mujeres por su futuro. Hemos sentido la tristeza de la pérdida, hemos visto desolación en las miradas, pero también hemos sentido la unidad de todo un pueblo, el palmero y el canario, que desde el primer momento se ha desvivido por ofrecer su ayuda.
Hemos sido testigos de que los que están fuera han ofrecido sus casas a los que tuvieron que abandonar las suyas. No ha faltado el alimento, no ha faltado el cariño ni la empatía hacia los que ahora tienen que volver a partir de cero. Toca a las Instituciones estar a la altura, haciendo llegar con diligencia, gestionando la ayuda económica necesaria para asentar los pilares del futuro.
Nos marchamos de La Palma, sintiendo en el corazón una profunda y enorme admiración por la entereza de esos hombres y mujeres que lo han perdido todo. Ellos no tienen miedo al volcán, tienen miedo a que no se les ayude a volver a empezar.
Nos marchamos de La Palma llevándola en el corazón, sintiendo el hechizo del volcán y la fortaleza de sus gentes.
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