Acabo de leer una novela que se agrandaba a medida que las páginas se sucedían. Les confieso que me costó entrar en la historia, pero una vez que los personajes se fueron conformando sus peripecias comenzaron a ser las mías. El libro trata de la heroicidad de la vida cotidiana: alegrías, tristezas y secretos. Ni más ni menos que cualquier existencia normal y corriente. Otra confesión: compré el libro porque me tropecé con él, en el mejor sentido del término, y porque su portada me llamó la atención. Así que la novela guardó el turno correspondiente en mi mesa de trabajo y cuando procedí a su lectura pude comprobar que, al menos por esta vez, mi intuición fue certera. Desconozco a su escritora. Dice en la solapa del libro que nació en 1965 y que ha escrito otra novela y distintos relatos. Pero llegué a esta historia por pura casualidad. La editorial ACANTILADO posee la virtud de proponer portadas más que interesantes y ediciones muy cuidadas. Y, así, he logrado engancharme a otros autores totalmente nuevos para este lector empedernido.
Zsuzsa Bánk, Los días luminosos, Acantilado, Barcelona, 2020 es su referencia. En esta novela no hay asesinatos, ni crímenes enfebrecidos, ni corruptelas varias. Todo lo que se desprende de él es el aroma de la vida, con sus caminos y senderos que serpentean por la existencia de sus personajes. Hay caminos torcidos y verdades no dichas, emulando a la vida misma. La manera de contar de esta autora resulta muy distinta a otras: no sé cuál es su método; en cualquier caso, tal vez eso no sea lo importante. Cuando logré percatarme de su estilo, pude verificar que las oraciones cortas se combinaban con períodos largos en los que la perfecta ubicación de los signos de puntuación contribuían a detener la respiración del lector, que, deseoso de llegar al final de la idea, la autora, hábilmente, ralentizaba como si entrara continuamente en nuestra forma de pensar. Es una narración auténtica en la que los diálogos se pueden contar con los dedos de una mano. La narradora, de la que no averiguamos su nombre hasta la página 191, cuenta y cuenta y cuenta. Y eso viene a significar que nos encontramos atrapados, como agradables prisioneros, en las líneas de esta extensa novela. Lo cierto es que me ha gustado su forma de narrar, tan distinta, por ejemplo, a las novelas sudamericanas. También destacaría su manera de presentar la historia: tan normal, tan directa, tan universal. Por eso me atrevo a recomendárselas, estimados lectores, aunque ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos.
Esta encantadora sorpresa aún resuena en mi interior. Y creo, inteligentes lectores, que en más ocasiones de las que uno cree son los libros quienes nos eligen.
De verdad que lo pienso.
No se la pierdan.































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