LA BRISA DE LA BAHÍA (12). Brisa y bahía

     LA BRISA DE LA BAHÍA inauguró su andadura el pasado diciembre: intentaremos que los lectores se detengan con tranquilidad avezada.

     Salada y urbana, LA BRISA DE LA BAHÍA es la puerta de entrada a la ciudad y a la isla entera. Cada mañana se renueva y, entre el Alisio y el aliento del mar, configura todo un destello de sensaciones y emociones que se materializa en cielos azules y grises, donde las nubes, esparcidas, matizan las ideas. Si la ciudad se abre al mar, y, por tanto, a la isla entera, debemos concluir que, aunque no vivamos en ella, sí la sentimos cercana y amigable, como parte de una mirada que no se puede desdoblar.

     Mirar y sentir Las Palmas de Gran Canaria es ampliar su visión y, además, reconocer su importancia y prestancia; que de todo hay.

     No pretendemos imposibles: solo seguir ofreciendo a nuestros lectores gratos momentos de lectura, como los barrancos cuando llevan agua. “La ciudad tendida al lado del mar” (Carmen Laforet dixit) merece la pena. Así volvemos a sentir su cosmopolitismo convertido en metáfora. Desde luego que no estamos aquí, en este rinconcito de Infonortedigital, para mirarnos el ombligo y cerrarnos en banda. ¡Para nada! Debemos recuperar, después de superar esta rara sensación atrapada en una mascarilla, el deseo de sentir que formamos parte del conjunto. No somos “unas cagadas de moscas en el Atlántico”, como decía Pepe Monagas desde su socarronería isleña: todos sabemos que representamos algo más.

     Así que LA BRISA DE LA BAHÍA deviene en un lugar, un camino, una vereda, una estela perdida, donde los sentimientos intentan abrirse paso entre las difíciles palabras, que se resisten como teniques duros y testarudos.

     Hasta que, en la cambiante bahía, llega la brisa y refresca la mirada.

     Y ondea en las velas de los viejos buques, en ruta aventurera y desconocida hacia los mares del Sur.