La casa-museo de Antonio Machado fue la primera casa de un escritor que conocí en mi vida. Contaba con apenas 19 años cuando visité a mi tía Estrella en Segovia, que por aquel entonces residía en la ciudad del maravilloso acueducto romano. Era invierno, eso sí lo recuerdo bien porque tenía los pies congelados y buscábamos un lugar en el que tomarnos un chocolate que nos templara el ánimo. Era mi segundo año viviendo en Madrid donde había ido a estudiar Sociología en la Universidad Complutense y aún no me había tenido la oportunidad de acercarme a la ciudad del Alcázar para visitar a mi tía, con el consiguiente enfado de mi padre que ansiaba que su hija y su hermana se encontraran en una ciudad tan lejana y ajena a la Agáldar de las Guayarminas.
Tras el chocolate y un paseo, aderezado con la rápida puesta en común de la situación familiar de los parientes grancanarios, mi tía regresó a su comunidad y yo me fui a conocer un poco mejor la ciudad. Visité su maravilloso Alcázar (todavía recuerdo el susto que me llevé al empujar levemente una armadura de metal de caballero medieval y casi esparramarlo por los suelos), su sublime Catedral (que años después volví a recorrer para visitar la exposición universal de las Edades del Hombre -he imagino que también de la mujer, en fin…)- y, por supuesto, la casa-museo dedicada a la figura de Antonio Machado (Sevilla,1875-Colliure,1939). Sobre esta visita versará esta nueva entrega de ‘Las Casas-museos y sus moradores literarios. Un recorrido personal’.
La casa-museo dedicada al poeta sevillano está ubicada en una vivienda tradicional, situada en pleno centro histórico de la ciudad. El inmueble albergaba una pensión a la que el escritor fue a recalar cuando llegó a la ciudad en 1919 procedente de Baeza (Jaén). Precisamente, en una ocasión pude visitar el aula del instituto de Bachillerato situado en la antigua Universidad de Baeza, adonde Machado huyó desesperado tras la muerte de su esposa, la joven Leonor Izquierdo, con la que contrajo matrimonio cuando ella solo contaba con 15 años de edad, (que digo yo, ¿no era demasiado joven? Ahí lo dejo…) falleciendo a los 18 años de tuberculosis.
Entonces, nuestro poeta solicitó su traslado desde Soria, ciudad natal de Leonor, a Madrid, pero el único destino disponible era Baeza. En la ciudad, “poesía en piedra”, residió durante los siguientes siete años dedicado a impartir clases de Gramática Francesa. Fue ese mismo año cuando vio la luz una de sus obras más importantes ‘Campos de Castilla’ (1912) y donde comenzó la redacción de ‘Los complementarios’, un cuaderno de apuntes que fue editado en 1957. Fue allí también donde conoció al poeta granadino Federico García Lorca, protagonista de nuestra anterior crónica sobre las Casas-museos.
Durante su residencia en la bella ciudad jienense estudió la carrera de Filosofía y Letras. Por cierto, que una ocasión tuve la fortuna de visitar el aula en la que Machado impartía sus clases en la citada universidad, un espacio en el que todavía se conservan los pupitres de la época, la mesa desde la que impartía sus clases y numerosos documentos del poeta. El aula, convertida en museo, está abierto al público para su visita y disfrute.
Pero volvamos a Segovia. Con el nuevo título en su cartera como docente, el poeta pidió traslado al Instituto de la ciudad del Alcázar con el fin de estar más cerca de la capital española, abandonando la localidad andaluza en el otoño de 1919.
Ya en Segovia, fijó su residencia en la citada pensión donde vivió desde 1919 a 1932. Durante su estancia en la ciudad castellana, el más joven representante de la generación del 98, participó junto a otros artistas e intelectuales integrantes de la tertulia de San Gregorio, en la creación de la Universidad Popular Segoviana, entidad fundada en noviembre de 1919 con el fin de, según su acta fundacional, "promover la difusión de la cultura, ayudar al pueblo segoviano, alumbrarle nuevos caminos, elevarle espiritual y culturalmente mediante clases, cursos nocturnos para trabajadores, conferencias, biblioteca, excursiones, publicaciones, exposiciones de arte, veladas literarias". Será esta Universidad Popular la que años después adquiera la pensión para convertirla en un museo dedicado a la figura y obra del autor de ‘Soledades’ (1903).
La vivienda, que consta de dos plantas y de un jardín, cuenta con diferentes estancias amuebladas con los humildes muebles de las viviendas castellanas de la época. En sus paredes se puede disfrutar de diversos dibujos y pinturas hechos por destacados creadores como una litografía de Picasso, confeccionada con motivo del homenaje tributado a Machado en 1955; un dibujo al carbón realizado en 1959 por Álvaro Delgado o un óleo firmado por el artista segoviano Jesús Unturbe. En el patio se sitúa un busto del poeta, copia realizada por el escultor Pedro Barral a partir del original creado en 1920 por su hermano, amigo personal de Machado, el artista Emiliano Barral.
Por cierto, y esto tiene un punto de chismorreo, no lo voy a negar, fue en la capital segoviana donde vivió un apasionado romance con su musa, a la que llamó Guiomar, una relación que mantuvieron en secreto –más tarde se descubrió que ella era la poetisa y dramaturga Pilar de Valderrama, perteneciente a la alta burguesía madrileña, casada y madre de tres hijos - y que a partir de 1932 continuaron en Madrid, adonde se trasladó una vez que II República le concedió una cátedra de francés. Otro detalle: el nombre de Guiomar, según parece viene de una estación de tren de la línea que hace el recorrido Madrid-Segovia-Valladolid. ¡Qué ingenio el machadiano!
Durante este periodo en Madrid disminuyó su producción poética pero incrementó su producción narrativa, destacando las obras protagonizadas por sus heterónimos ‘Juan de Mairena’ (1936) y Abel Martín. Aunque también fue época de pérdidas ya que fallecieron sus amigos Ramón María de Valle-Inclán, otro de nuestros autores visitados en estos reportajes, en enero de 1936 y Francisco Villaespesa, en abril del mismo año.
Lo que sucedió después forma parte de la funesta historia de nuestro país. La derrota de la II República y el estallido de la Guerra civil llevaron a tantos y tantos miles de españolas y españoles al abandono forzoso de su país, entre ellos, a la familia Machado. La estulticia que arrastra a las hermanas y hermanos a enfrentarse unos con otros, me temo que, por desgracia, constituye un rasgo intrínsecamente humano.
Estando en Barcelona, en enero de 1939, el poeta y su familia salieron de la ciudad condal en dirección a Francia. Les acompañaban, entre otros amigos, el filósofo Joaquín Xirau, el filólogo Tomás Navarro Tomás, el humanista catalán Carlos Riba y el novelista Corpus Barga. Ya en suelo francés, en el pequeño pueblo de Colliure, Machado muere a las tres y media de la tarde del 22 de febrero de 1939. Su madre, Ana Ruiz, lo hará tres días después, el mismo día que cumple los 85.
Tuve ocasión de visitar, en el marco de una excursión universitaria, la última morada de ambos en el pequeño pueblo pesquero francés. Allí, en un cementerio humilde, presenté mis respetos al poeta sevillano mientras evocaba sus míticos versos, aquellos que llevaba escritos en un pequeño papel y que se encontraron en la chaqueta que llevaba puesta el día de su fallecimiento: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
Por cierto, la última vez que regresé a Segovia fue hace unos diez años para depositar flores en la tumba de mi tía Estrella. Ella también descansa lejos de la tierra que la vio nacer, aunque en su caso fue por decisión personal, en respuesta al agradecimiento a la ciudad que le dio cobijo durante muchos años de su existencia.
Y es que, como dijera el poeta,
Así pues, sigamos caminando, sigamos creando y, sobre todo, sigamos leyendo y sigamos abriendo nuestras mentes, llenándolas de poesía y de buena literaria. Por favor, prométanme que no van a desfallecer en el intento.
Para más información sobre la casa-museo pincha en este enlace
Fotos: Casa-Museo Antonio Machado de Segovia y fuentes libres de internet.
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