El zoco de Fez
Una puerta abierta a un mundo que parece de otro tiempo. El viajero la atraviesa y entra en el zoco de Fez, el más genuino de Marruecos, con la impresión de haberse trasladado a una época distinta, a un laberinto de callejones medievales en los que bulle la vida, el color y los olores de las especies, del cuero curtido, de la madera y del té de menta. Los burros y las carretas son los medios de transporte.
-Entra al bazar, hombre. Compra algo. Todo barato –le dice un vendedor, en francés, mientras el visitante, fascinado, saca fotografías a unos niños asomados a un portón…
…y a otros que juegan a la baraja en un bazar que parece un puesto de mercadillo. Dan la impresión de estar absortos, ajenos al mundo que les rodea…
… pero advierten que les han sacado una foto y alargan la mano para pedir un dirhan.
-Tú te llevas nuestra imagen. Nosotros queremos dinares para comprar caramelos.
El viajero, comprensivo, complaciente, accede al intercambio; luego, de repente, como por ensalmo, empieza a sentir que ya no es un mero observador sino un elemento más del medio en el que se encuentra, y acepta también la petición del comerciante con el que, sin proponérselo, se ve regateando los precios del tapiz y de la cachimba de plata que quiere comprar.
-Me gusta la gente que regatea porque las siento iguales a mí. La mayoría de los extranjeros no regatean y me miran de arriba para abajo, como si fueran superiores. Pero tú eres como nosotros. Te invito a un té de menta –dice el vendedor, efusivo, dirigiéndose a su acompañante con los brazos abiertos y acabando la frase con la palabra “amigo”.
Una semana después, sumido en un mundo que aún se le antoja como una realidad aparte, el viajero pasea por la medina como si la conociera de toda la vida, …
… saludando a todo el mundo, se para aquí y allí, entra en los bazares, habla con los comerciantes, toma té con ellos y los abraza antes de despedirse.
Y, a la noche siguiente, de vuelta al hogar, se duerme pensando en los laberintos del zoco de Fez, como si estuviera soñando despierto, con la sensación de haber viajado en el tiempo.
Texto e imágenes: Quico Espino


































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