La imagen que hoy nos acompaña ocupó un lugar destacado en la exposición que hace poco más de un año el CAAM organizara en reconocido homenaje a César Manrique.
Y el espacio elegido, en principio, pasaba desapercibido hasta que tropezabas con esta peculiar interpretación, donde se ve claramente que goza de factura manriqueña. Hay algo en el cuadro que nos atrapa y nos obliga a la mirada detenida, justo antes de bajar las escaleras del museo. Si el sitio señalado fue todo un acierto, no lo es menos la visión que el artista nos regala, donde la aridez y los volcanes, junto a la Palmera y La Geria, ofrecen una visión de conjunto difícil de obviar.
Y César, desde luego, sabía de miradas cómplices.
Y conocía perfectamente que los colores guardan, y tal vez protegen, palabras.
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