Microrrelatos: "...y el viejo juez se emocionó"

Pascual Ruiz Quesada Lunes, 09 de Noviembre de 2020 Tiempo de lectura:

pascualruizquesada2020El ajetreo era inmenso en el vetusto Juzgado, aquel viernes, día señalado para las bodas, dos se celebraban en el histórico edificio, pero una tercera se realizaría en el Salón de Actos del Ayuntamiento, toda vez que la Sala Sábor estaba ocupada como Sala de Exposiciones, y todo porque el novio era especial y había que celebrarla en tan señalado lugar.

Y así, a la hora señalada, hora mágica, toda vez que como decían los antiguos, era la hora que se partía el día, cuando las viejas campanas del Palacio Eclesial tocaban la alegra música del Angelus, el novio (especial) entraba solemnemente del brazo de su orgullosa madre que en su papel de madrina aquel día estaba viviendo una jornada de ensueño, al igual que muchas damas galdenses, cuando llevan de su brazo a las puertas del matrimonio a un hijo.

Seguidamente hizo su entrada, portando una hermosa bandeja, el Príncipe de los Anillos, hermoso fruto ( 2/3 años) de la convivencia amorosa, preludio del matrimonio que aquel día se iniciaba.

Y por último del brazo de un amigo, en homenaje al amplio número de ellos allí presentes, hizo su entrada triunfal como Princesa llegada de allende los mares la novia, que con su belleza caribeña hacía los honores al histórico Salón presidido por las imágenes de respetables alcaldes que en su momento, y cada uno a su manera, hicieron grande a la ciudad de los guanartemes

Y fue cuando la presidencia compuesta por el Juez y el Secretario, vestidos con sus mejores galas, que aquel día, y por una vez, de forma especial y alegre, habia salido del Juzgado cual Curia Judicial, y no para nada triste, (desahucios, levantamientos de cadáveres), empezó su actuación, diciéndoles a los presentes que había que vivir el instante, para no tener el mismo pesar que el gran poeta José Luis Borges cuando dijo aquello… ”al final de mi vida solo lamento no haber gozado mucho de los buenos instantes que me regaló...”. Siguió dirigiéndose a los novios pidiéndoles que pensaran un momento en como se conocieron, como habían iniciado su maravillosa caminata, enriquecida por la llegada del Principe de los Anillos, y ya de forma oficial, le concedió la palabra al Sr. Secretario para que procediera a la lectura del Acta Matrimonial, el cual les advirtió que con la firma de la misma, al final de la ceremonia, daría fin al expediente que meses atrás habían iniciado con tanta emoción.

A continuación el viejo Juez les anunció que les iba a proclamar tres artículos del Código Civil que enmarcaba la vida matrimonial, no sin antes pedirles, que siempre tuvieran presentes aquella famosa cita del viejo Platón: “...donde reina el amor, sobran las leyes...”, y el viejo Juez de forma solemne, como lo requería el acto, proclamó:

Art. 66 del Código Civil: “… los cónyuges son iguales en derechos y deberes

Art. 67 “...los cónyuges deben respetarse y ayudarse mutuamente. y actuar en interés de la familia...” y terminó: con el Art. 68:-”...los cónyuges están obligados a vivir juntos,guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente;deberán además, compartir las responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes y otras personas dependientes a su cargo...”

y entonces si: de forma grave les hizo la anhelada pregunta:

Sr D………………………….. Ud. consiente, quiere, y acepta como esposa a Dª……………...y Sra Dª ……………………………. Ud. consiente, quiere, y acepta como esposo a D……………………………:

los “Si” claros, altos y emocionados se oyeron en aquel Salón donde tantas y tantas frases se han dicho por el bien de la vieja Agáldar bajo la grave mirada de los regidores pasados.

Y fue cuando tuvo su gran protagonismo el apuesto Principe de los Anillos, cuando a la petición de su madre los entregó de forma rápida y nerviosa, pero antes de ponérselo a los novios, el viejo Juez les hizo ver que, primero: los anillos no eren imprescindibles, ya que era un símbolo, segundo, que los anillos debían de ser de oro o de plata no para presumir de suficiencia económica, sino, que según los entendidos, eran metales para toda la vida, como debe ser el matrimonio, y por último les dijo que en nuestra cultura, el anillo se pone en el dedo anular, siguiendo el mandato del poeta ”... la vena del amor, que sale del corazón viene a morir en el dedo anular..

… y el viejo juez emocionado y no queriendo abusar de la palabra, ni protagonizar lo que no le pertenecía, como reflexión final les contó la bonita leyenda del gran Tagores cuando contó que a los habitantes de una isla les avisaron que se marchara rápido a tierra continental toda vez que el gran temporal que se avecinaba no iba dejar a nadie con vida y, cuando los habitantes de la isla que no eran seres humanos sino sentimientos salía rápidos en improvisadas tablas de salvación, el amor, que no había encontrado nada con que huir, y cuando estaba desesperado, recibió la inesperada ayuda de un anciano, que lo llevó a tierra firme, y cuenta Tagore, que cuando el Amor quiso darles las gracias al anciano salvador, éste había desaparecido y anhelante le preguntó a la Sabiduría, oye : ¿tú sabes quien me salvó? a lo que la ésta le dijo: a ti Amor, quien te salvó y como siempre te salva es el tiempo, y sonriendo el Juez les pidió a los novios que siempre tuvieran presentes esta bonita leyenda del gran Tagore.

Y para terminar: el viejo Juez de forma solemne proclamó: Sr. D.. y Sra Dª.. yo, Juez de Paz de Gáldar, por el poder que me ha sido concedido por las leyes españolas os declaro unidos en matrimonio

y fue la melodía preciosa del Ave María cantada magistramente por una bella soprano, la que puso fin a tan emocionada ceremonia, y cuando todos iniciaban el camino hacía la bella Plaza de Santiago para los recuerdos fotográficos y en la algarabía del momento se oyó la voz del novio (especial) que dirigiéndose al viejo juez le dijo

ven papá, retrátate con nosotros...

a mis hijos Saúl y Nélida.


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