Este dibujo de César Manrique, de la Exposición Universo Manrique que el CAAM celebrara el año pasado, no es una recreación cualquiera.
La mirada que en él se observa entronca directamente con el mar, apenas insinuado en la barca que se adivina al lado de los personajes. Lo que le interesaba a César en ese instante eran las personas, seguramente, de su amada isla. O, al menos, eso nos gusta creer. Esa pareja de conejeros en actitudes bien distintas no es solo el retrato de un instante, sino el reflejo claro de que los artistas observan de otra manera.
Y cuando verificamos los resultados, nos atrevemos a comprender, o interpretar, que las miradas siempre acaban en el mar, la otra parte de la isla.
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