Sobre el sonoro Atlántico: un universo de universos y una fuente de canciones

Opinion

landinConocí a Eduardo Perdomo allá por 1975 cuando compartíamos estudios de Filología en La Laguna y cantábamos Al alba de Aute, todo un grito reivindicativo en el final de la dictadura que todavía dejaría en Canarias testimonios de violencia y muerte como la del sindicalista Antonio González, torturado por el comisario José Matute. Años de huelgas obreras y estudiantiles, de sueños rotos y de balas para perforar la esperanza. Congelados nos quedamos el 12 de diciembre de 1977 con la muerte de Javier Fernández Quesada por disparo de la Guardia Civil en la misma Universidad. Ese día y los posteriores descubrimos que las balas silbaban como en el espagueti wéstern pero mataban sin compasión. Un año antes, en el barrio de Somosierra de Santa Cruz de Tenerife, moría por disparos de la policía con 21 años Bartolomé García Lorenzo. En aquellas noches laguneras, noches de frío y vino, de poesía y fútbol sonaban Bob Dylan y Víctor Jara, Deep Purple e Inti-Illimani, María del Mar Bonet… y se cantaba con devoción y convicción Yo poeta declaro, poema de Agustín Millares interpretado por Taburiente con música de Caco Senante. Del 75 al 80 son los años de la nueva canción canaria que constituyó un movimiento renovador del folklore y la canción de autor (Canto 7, Juvenal, Palo, Surco...). Años convulsos en los que la música y la poesía no contribuían a cambiar el mundo pero sí a identificarse con los que sufrían los golpes de un régimen que se resistía a desaparecer.

sonoroatlanticoEn este ambiente, Eduardo Perdomo se decanta por la música folk y participa de la música de Dylan, la canción francesa (Brel, Brassens, Moustaki), latinoamericana (Violeta Parra, Daniel Vigliettiy…), la nueva trova cubana (Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Sara González), Serrat, Hilario Camacho… y los Beatles, siempre The Beatles. Participa en diversos grupos, como La Fundación, Malvasía y Surco. A partir de los años ochenta empieza a actuar en solitario en centros educativos y culturales cantando a los poetas modernistas pero también poemas propios. Son años fértiles para la composición pues no deja en ningún momento de hacer música y el resultado es un excelente trabajo que aparece en 1992: Fugaz Crónica de los años veinte, un homenaje a Alonso Quesada que consiguió atrapar a un público necesitado de poesía y de referentes culturales ajenos a los mercados. Las composiciones musicales de Eduardo Perdomo y su singular voz supieron actualizar y amplificar los versos de Quesada. Dos años después decide publicar Jaque a una generación que consta de composiciones propias para cantar a una época vivida con ingenuidad y compromiso social y político. En 2008 sale a la luz Grandes éxitos en la intimidad que pone de manifiesto su sentido del humor y la fecundidad que traslada a más conciertos, hasta hoy. Este es, grosso modo, el recorrido de un “cantautor” con un bagaje literario y musical ajeno a modas, siempre fiel a la musicalidad de la palabra.

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Gracias a la casa Museo Tomás Morales y a la Consejería de Cultura del Cabildo de Gran Canaria podemos disfrutar de este trabajo discográfico cuya producción musical viene firmada por Manuel Grimaldi. Sobre el sonoro Atlántico es el resultado de una constante búsqueda de la belleza, materializada en nuestros poetas modernistas (Tomás Morales, Alonso Quesada, Domingo Rivero y Saulo Torón) quienes por la magia de la música vuelven a pasear por las calles de Las Palmas de Gran Canaria y por los senderos de la isla. Con ellos Canarias entra en la modernidad y toma verdadera conciencia de la identidad atlántica. Si la musicalidad es algo consustancial a la poesía ahora se funde con ritmos que van desde el foxtrot, ragtime a la balada soul. También se enriquecen estas composiciones poéticas con la bossa o el bolero.

La primera de las canciones es una creación personal que recrea la atmósfera de los años veinte en la ciudad y la isla: >. Toda una invitación a perderse por este recorrido poético musical. Es esta una obra para escuchar con sosiego, para disfrutar de la navegación pues el timonel conoce las rutas musicales de este sonoro atlántico. Cada canción poema es como un amanecer radiante en el mar o una nueva puesta de sol en el horizonte. Estamos ante una obra atemporal que navega obstinada y delicadamente hacia el corazón de tal manera que nos hace olvidar si lo cantado es motivo de tristeza o euforia. La esencia de este trabajo de musicalización y canto reside en el amor al ritmo indispensable para crear >. Eduardo Perdomo tiene ese don porque además sigue la senda marcada por el padre del modernismo: >.


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