La soberbia en tiempos de coronavirus

Llegamos al último de los pecados: la soberbia. Lo he dejado para el final conscientemente porque es un pecado que me cuesta muchísimo entender y, más, en estos tiempos que corren donde el coronavirus ya nos ha demostrado de todas las formas demostrables que no discrimina y que ante él y la muerte, somos todos iguales.

Pero en fin, por cerrar el ciclo de pecados capitales en tiempos de coronavirus podría decir sobre la soberbia que hay muchas personas pecando de ella al salir a la calle ahora que está permitido en ciertos tramos horarios.

Sí, se puede, claro que se puede. Pero con precaución, con cuidado. Que el "bicho" aun sigue ahí, listo para atacar. Muchos se han lanzado a las calles pecando de soberbia, creyéndose más listos que nadie, más inteligentes que un virus mortal, más importantes que una pandemia mundial, llenando playas, avenidas y plazas.

¿Se creen inmortales? ¿Se piensan que quienes nos gobiernan, que también pecan bastante de soberbia, no puede dar marcha atrás en las medidas de desescalada y volver a meternos en casa? Pueden, claro que pueden.

La soberbia está también presente en esas personas que se creen con derecho a dar lecciones a las demás sobre cómo deben hacer las cosas, cómo deben organizar su vida. Lo han hecho de siempre, pero ahora tienen más tiempo y creen que su vida es un digno ejemplo a seguir.

Sus hijos han hecho los mejores deberes en casa y ellos las mejores rutinas de deporte on line. ¿Por qué? Porque siempre tienen esa necesidad de ser los mejores en todo y, ahora, no iban a ser menos. Que el gobierno les saque en el BOE (Boletín Oficial del Estado) y todos los medios de comunicación como ejemplo de la cuarentena perfecta, por favor.

Conviene recordar, a todos los que pecan de soberbia creyéndose dioses, que el virus sigue contagiando y matando. No nos creamos mejor que él, no mejor que los miles de personas que han muerto ya, en esta ocasión, por favor, no pequemos de soberbia y hagamos las cosas bien.