Anticlericalismo en Arucas. Protesta eclesiástica y movilización gubernativa

Armando Pérez y Tejera Martes, 10 de Marzo de 2020 Tiempo de lectura:


Con la llegada en 1884 a la Villa de Arucas de ingenieros franceses para trabajar en la recién inaugurada fábrica azucarera de San Pedro y aprovechando la España liberal se difundió, ocasionalmente, en nuestro municipio rudimentarias corrientes de la doctrina del libre pensamiento.

En esa situación el papel de la Iglesia estuvo siempre al lado de los defensores del Viejo Régimen y en ese mismo frente contra el nuevo orden que creaba el liberalismo.


CASA PARROQUIAL DE ARUCASLa Revolución Liberal (Cortes de Cádiz) y las sucesivas desamortizaciones hicieron que las relaciones Iglesia-Estado se deteriorasen mucho hasta que en 1851 la reina Isabel II volvió a restablecer las relaciones Iglesia-Estado a través de la firma de un Concordato (Tratado entre la Santa Sede y el gobierno de un Estado).

La llegada de franceses a la Villa fue vista con recelo por los partidarios del Antiguo Régimen que llegaron a publicar y preguntarse si se querrá introducir la irreligión y la inmoralidad por medio de la máquina azucarera de San Pedro gracias a los “gabachos”, sí gabachos, no hay palabra más adecuada ya que es la palabra con que nuestros padres designaban a los franceses en la Guerra de la Independencia.

FÁBRICA DE AZÚCAR SAN PEDRO

Retrato de Voltaire 1Tanta desconfianza surgió el 14 de julio de 1884 el cual fue elegido por el Ingeniero Industrial francés Enrique Gerand para celebrar en su casa la fiesta aniversario de la toma de la Bastilla inicio de la Revolución Francesa en 1789. Esta fiesta motivó todo tipo de calumnias contra el caballero francés al que se le acusó de haber dado ¡Vivas! a la República y a Voltaire y se había blasfemado el nombre de Dios en su fiesta inmoral y atea. Estas calumnias fueron desmentidas por el Alcalde de Arucas Manuel del Toro donde declaró que “no hubo blasfemias ni vivas a Voltaire y el baile se disolvió pacífica y tranquilamente”.

Tres meses más tarde, y en concreto la noche del 21 de octubre de aquel 1884, Arucas se convertiría a los ojos de la Iglesia en mártir según ésta por culpa de las nuevas ideas liberales.

Eran las once de la noche cuando el clérigo Teófilo Darías Padilla se encontraba en la casa parroquial de Arucas para descansar de un largo día de visitas a feligreses de la Villa cuando oyó un ruido en el tejado. Éste creyó que habían tirado una piedra pero, bien pronto, una fuerte explosión le dio a entender la verdad del caso, le habían tirado un cartucho de dinamita. Eran frecuentes los atentados que venía sufriendo el párroco cuya casa fue varias veces apedreada sin que se diera con el autor o autores. La dinamita hizo su efecto. El techo de la casa parroquial se vino abajo y fue tan fuerte el estruendo que éste se oyó por toda la Villa.

Don Teófilo salió bien parado de la explosión ya que no sufrió heridas de consideración. Enseguida muchos ciudadanos hicieron acto de presencia reclamando en nombre de la Católica Villa de Arucas celo, mucho celo y actividad para prevenir tan bárbaros atentados de los cuales se hacen responsables ante Dios y ante la opinión Católica de Gran Canaria las autoridades desidiosas y descuidadas pidiendo además actividad para reprimir el hecho criminal.

Al día siguiente, en el Juzgado de la Villa, el letrado Rafael Lorenzo y García instruye, con gran actividad, las diligencias sumariales en averiguación del autor o autores del atentado cometido en Arucas contra el párroco.

Enterado el Delegado del Gobierno de Su Majestad del atentado criminal contra la casa parroquial envió un oficio al Alcalde de Arucas donde se le hacía las debidas amonestaciones por no haber dado cuenta a dicha Autoridad Gubernativa inmediatamente de consumado el hecho. 

JOSÉ PROCESO POZUELO Y HERRERO. MONASTERIO DEL CISTER. TERORPor aquel entonces se encontraba al frente de la Diócesis de Canarias el Obispo José Proceso Pozuelo y Herrero (1879-1890). Uno de sus biógrafos lo define como “hombre de acusada personalidad, dotado de voluntad fuerte, entregado al trabajo y a una lucha constante por lo que él considera defendible”. Otro lo había definido como “un obispo integrista, granítico monolitismo doctrinal”.

Con la excusa del atentado en Arucas no tardaría en culpar del delito a los liberales con su Carta Pastoral titulada “Videte, vigilate et orate” (estad alerta, velad y orad) según él “sobre la adulteración de la fe y los falsos católicos que atacan el poder temporal del Papa, prensa, libros, sobre todo las publicaciones del liberalismo grosero y repugnante”. Fue considerada como una declaración de guerra contra el Régimen.

José Proceso escribiría el 28 de octubre:

La Iglesia en averiguación del autor o autores del delito perseguido por la justicia contra unos de sus ministros, le interesa el honor de Gran Canaria y de la Villa de Arucas en donde nunca se han cometido delitos tan horrendos y tan perturbadores del sosiego de las familias. Le interesan la independencia y los fueros de toda clase de autoridades que podrían verse mañana molestadas y cohibidas en el ejercicio de sus legítimas atribuciones por el temor de que se repitan hechos semejantes al que ahora se persigue. Le interesan por último la paz, la quietud y el bienestar de los ciudadanos de toda clase y condición que podrán verse atacados por motivos ruines de venganzas de la manera infame, eficaz y traidora que proporciona la dinamita”.

Este oficio se mandó a leer con “voz clara y distinta” al pueblo desde el púlpito en la Misa de Alba y en la Misa Mayor del domingo.

Durante los días posteriores, el sacerdote Fernando Lorenzo exhortaría a los vecinos de la Villa de Arucas a través de una carta a denunciar si sospechaban de alguien imitando así a los antiguos Edictos de Fe decretados por la Inquisición abolida cincuenta años antes, en concreto en 1834. El Edicto de Fe era una invitación a la denuncia siendo uno de los medios principales en los que se basó la acción inquisitorial en España convirtiendo a los ciudadanos en agentes colaboradores del Santo Oficio, en este caso de la Iglesia más reaccionaria del momento.

La carta leída en la parroquia de Arucas decía:

Con vivísimo dolor de nuestro corazón, por el escandaloso, anti-religioso y anti-social hecho que se ha llevado a cabo, con sorpresa y pasmo de esa religiosa Villa en la noche del día 21 del presente en la casa habitación del señor cura ecónomo Teófilo Darías y Padilla.

Este escándalo venía ya precedido de otros hechos que suponen que un plan combinado y diabólico, que tiene por objeto la persecución de un ministro digno de la Iglesia y que ejerce en esa feligresía el importantísimo cargo de cura.

Semejantes atentados son indignos de un pueblo religioso y culto y es posible que atraigan sobre él, además de la ira y la indignación de Dios nuestro Señor, la supresión de las funciones religiosas y de actos del culto, con arreglo a lo que sabia y justamente prescriben los Sagrados Cánones.

Es obligación de todo ciudadano impuesta por la ley civil y por los principios que forman la conciencia cristiana el declarar cuanto sepan, cuando sean interrogados por los que representan la administración de justicia o cualquiera otra legítima autoridad.

Desde el Obispado se ordena además de darle lectura desde el púlpito en las misas de alba y mayor a este escrito y he dado a leer a varias personas en particular circulándole la precisa e indispensable necesidad de declarar en conciencia lo que sepan sean o no interrogados en virtud del deber que les liga con la autoridad pública, mucho más tratándose de un hecho tan horrendo y perturbador y de consecuencias tan transcendentales como el presente”. Villa de Arucas octubre 28 del 1884.

Nada se supo del autor o autores del atentado.

Los aruquenses siempre fueron muy devotos pero las circunstancias políticas y el contexto religioso-social que se daban en la España de finales del Siglo XIX y el pontificado de José Pozuelo en nuestra Diócesis, contrario a una armonización del pensamiento liberal con las enseñanzas de la Iglesia, se presentaban difíciles, realmente difíciles para cualquier hombre de Iglesia.


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