La novela de Josefina Aldecoa, Historia de una maestra, (Anagrama, Barcelona, 1990) presenta una historia paralela a la de España, que abarca el período de 1923 a 1936. Y en ella Josefina Aldecoa refleja una de las tantas historias anónimas que conformaron una etapa en el devenir histórico de nuestro país. Es un relato hecho a ras de suelo, donde la división ideológica de los españoles y el deseo truncado de la República se viven a través de unos personajes que caminan al lado de la protagonista. Sí, es una historia particular; sin embargo, por esa misma razón se puede trasladar a cualquier experiencia.
La peripecia central, protagonizada por Gabriela y Ezequiel, se completa con una variada gama de personajes dispares que también tienen sus personales trayectorias. Parece que a medida que avanzamos en su lectura, vamos entrando en una de esas muñecas rusas que guardan otra más pequeña en su interior y otra y otra… donde las vivencias de cada personaje toman forma y se hacen visibles.
Comienza la novela con “la soledad de los campos al atardecer, el color morado del cielo que amenaza tormenta” y acaba con “aquel verano hizo mucho calor”, significativas ideas que reflejan el diferente modo de actuar del ser humano: desde un principio frío, oscuro y aletargado para desembocar en un sol radiante, alegre y sofocante, que, por el contrario, sirve para inaugurar, a su vez, una etapa oscura y mediatizada. Así que la novela, aunque no lo parezca, va de la claridad a la oscuridad, en una clara intención de presentar contrastes.
En cualquier caso, el lector, como siempre, tiene la última palabra.
De seguro que se encontrará con un lugar refrescante y literario.
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