Todos tenemos grandes sueños, aquellos por los que luchamos y en los que invertimos gran cantidad de tiempo, dinero y sobre todo, pensamientos. Creemos que seremos felices cuando “compre la casa”, “tenga hijos”, “termine la carrera”, etc. Y mientras tanto, ¿qué ocurre el resto del tiempo? ¿estás disfrutando en este instante de tu vida?
Imaginemos por un momento que nos ganamos 100 euros en un boleto de lotería. Al principio tenemos la idea de canjear el premio y disfrutar de una cena con ese dinero. Sin embargo, una vez estamos en la administración de lotería, vemos todos aquellos otros boletos y empezamos a pensar en la posibilidad de ganar mucho más dinero. Entonces decidimos que en lugar de disfrutar de una cena, vamos a invertir los 100e en comprar un boleto para el premio gordo. A fin de cuentas, ¿qué puede salir mal?, ya iremos a cenar cuando seamos ricos. Puede ocurrir que pase el tiempo y nunca ganemos la lotería, o que la gane nuestro vecino y nos dé un ataque de envidia. O puede que, efectivamente, nos toque la lotería y a los 2 meses no sepamos qué hacer con tanto dinero o peor aún, que lo hayamos gastado todo.
Este ejemplo refleja muchas de las cosas que esperamos conseguir a lo largo del tiempo. Nos pasamos la vida deseando tener un tipo de vida y una serie de cosas, materiales o no, enfocamos nuestra mente en ellas y les dedicamos nuestra energía y nuestro tiempo, dejando de lado los pequeños premios. Y de pronto un día nos despertamos y pensamos: ¿estoy disfrutando de mi día a día?, ¿es tan necesario tener esas cosas para ser feliz?
Todos queremos disfrutar de nuestro día a día, a fin de cuentas, eso es la vida, es lo único que tenemos y que podemos manejar. Sin embargo, hay diversas razones que se interponen en nuestro camino:
- Tenemos la falsa creencia que “disfrutar de la vida” es sinónimo de sentir únicamente felicidad y placer y por tanto, si experimentamos sensaciones negativas o neutras, pensaremos que nuestra vida no es lo suficientemente buena. Dejamos que las emociones como la tristeza o la ansiedad tenga un peso fundamental en la definición del sentido de nuestra vida, sin tener en cuenta que forman parte de nuestra condición de ser humano y que se puede sentir satisfacción por algo y ansiedad a la misma vez.
- Estamos constantemente pensando en un futuro, a largo plazo, y estas ideas de lo que necesito o quiero nos generan preocupaciones y angustia. Si vemos que pasa el tiempo y no estamos cerca de nuestros objetivos, la bola del futuro cada vez tendrá más peso que nuestro presente. Esta bola nos hace querer huir o quedarnos paralizados y perdernos la vida. Los pensamientos son como los cables de los auriculares, a simple vista parece que los vas a desenredar fácilmente, pero luego te das cuenta que cada vez que intentas separarlos, están más enredados.
- No solemos pararnos a admirar intencionadamente lo que tenemos delante en este momento y disfrutarlo de manera consciente. Y así van pasando los días, sin disfrutar de las pequeñas cosas que sí tenemos.
A partir de ahora, en lugar de hacer caso al enredo mental que nos impide centrarnos en el momento presente, te invito a que pruebes con las siguientes herramientas:
- Admira: Busca algo que tengas en tu entorno y que puedas apreciar aquí y ahora y hazlo, simplemente disfrútalo. No necesitas que sean grandes cosas. Piensa por ejemplo en el café que te tomas cada mañana, ¿disfrutas de su olor? ¿lo sabores o lo tomas rápido para irte al trabajo?.
- Actúa en pequeño: plantéate un pequeño paso que puedes dar en este momento de tu vida y que te acerque a quien quieres ser el día de mañana. Recuerda que se trata de algo diminuto, no tienen que ser grandes cosas. Puede ser simplemente ser más cariñoso con esa persona que tienes al lado.
- Crea un personaje o una historia con tus pensamientos: una forma sencilla de restar importancia a los pensamientos perturbadores o que nos generan angustia es identificarlos como un personaje. Por ejemplo, aquí está de nuevo el villano del “no me va a salir nada bien”. El hecho de personalizar nuestros pensamientos nos hace verlos como algo manejable para nosotros, con un nombre y por lo tanto, podemos pensar “el villano está aquí pero en un ratito se irá a molestar a otra parte”, de manera que restemos valor a su presencia y no nos influya en nuestro día a día.
Nada de esto es un remedio definitivo, ya que nuestras emociones y pensamientos forman parte de nosotros, pero cambiar la forma en que nos relacionamos con ellos y la manera en que afectan a nuestro día a día hará que centremos más la atención en las cosas que tenemos delante y no tanto en las que están en nuestra cabeza. Esto no es una tarea sencilla, requiere de tiempo y esfuerzo, pero con el tiempo verás que no necesitas el premio gordo, porque en sí misma, la vida lo es. Como decía Machado “hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora”. Te animo a que disfrutes del premio del ahora.
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