“Al ver la sombra, descubrí el silencio.
Y, a pesar de que la mañana se encendía con la luz de agosto, tu imagen regresó en la oscura soledad. No pudimos, ni supimos, encajar nuestras diferencias. Y en cada rostro de mujer que se cruzaba en la calle, intentaba encontrarte. Pero te habías difuminado como si de un milagro se tratara. Solo cuando llegué a casa de tus padres, pude comprender, en la sombra reflejada, que el silencio había llegado para siempre. Por eso ni siquiera toqué ni molesté a nadie. Esa sombra en la pared es como la nube de Bécquer: triste y solitaria. Y el ligero viento de la mañana repetía con tu voz que todo había terminado.
Y, luego, el silencio.”
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