La recogida de papas el otro día en Visvique vino a significar, una vez más, que la agricultura local sobrevive en estos tiempos donde la desbordada importación no importa.
Y ver a los vecinos visviqueños recogiendo la cosecha no solo proyecta una imagen que se mantiene en el tiempo sino que viene a dignificar la economía de las empresas pequeñas y familiares; siempre al pie del cañón y siempre luchando contra todo lo que procede del exterior. Una estampa peculiar y recurrente en nuestros campos.
Pero es mucho más que eso. Es la realidad económica de los pequeños agricultores que con su esfuerzo tratan de vivir en un mundo cada vez más globalizado e impertinente.
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