A veces lo único que hace falta es mirar detenidamente las palabras para que la imaginación vuele. Y, en otras ocasiones, las imágenes se convierten en el reflejo fiel de unos versos evocados en otro tiempo, en otra distancia, en otra vida. Por eso los poetas, y las poetisas, sirven no solo para afianzar la mirada sino para hacernos ver y sentir que los sentimientos y las emociones son universales y duermen, casi siempre, en los libros. Y cuando los descubrimos al volar de la estantería a nuestras manos, el tiempo se detiene y pensamos en ellos, los creadores, como gente que nos abre los ojos. Y en ese vaivén constante de las olas, los poemas llenos de salitre y espuma regresan de manera recurrente para que la inmediatez de estos tiempos tan líquidos desaparezca.
Y así nos percatamos de lo que pensaba y sentía Josefina de la Torre (1):
(1) Josefina de la Torre, Poemas de la isla, Edición de Lázaro Santana, Biblioteca Básica Canaria, Islas Canarias, 1989.
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