El mito de Jacinto (verseado)
Ambos dioses del Olimpo,
Apolo y el dios del viento
se prendaron de Jacinto,
un apuesto joven griego.
El efebo paseaba
por el Parnaso a diario,
y los dioses lo miraban
con ojos enamorados.
Soplaba Eolo a su lado,
intentando conquistarlo.
Jacinto no le hacía caso;
ni se dignaba a mirarlo.
Apolo, que presumía
de ser sabio y atractivo,
se pasaba todo el día
intentando seducirlo.
Y una mañana de enero
se presentó con un disco
brillante, hecho de acero
y lo lanzó hacia Jacinto.
El efebo, sorprendido,
por el aire lo cogió;
le pareció divertido
y con Apolo jugó.
Mas sucedió esa mañana
que el dios del viento los vio.
Se enloqueció su mirada.
De celos enfureció.
Y cuando Apolo lanzaba
el disco hacía el bello efebo,
Eolo sopló con rabia
y el disco chocó en el cuello
del joven, y al punto lo degolló.
Una gota de sangre cayó al suelo
y en un jacinto rojo se tornó.
De rojo se tiñó también el cielo.
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