Con ojos inocentes crecí observando a mi vecina. Ella despachaba comestibles en su pequeña y antigua tienda. Solo la báscula destacaba sobre el diminuto mostrador. La anciana se movía de izquierda a derecha buscando lo que le pedíamos.
Un día me desmayé al ir a comprar higos secos. No sé adónde se dirigió mi alma, pero quedó atrapada durante unos segundos. Mi cuerpo quedó inmóvil tumbado en el suelo. La señora me dio algunos bofetones mientras gritaba mi nombre, pero yo quedé secuestrada por no sé qué o quién.
La manecilla de la pesa causó un efecto hipnótico en mis ojos al llegar a los dos kilogramos. Tuve una caída fulminante sobre el suelo de madera, y se levantó el polvo formando una ligera niebla dentro de aquel antiguo cuarto. El saco de patatas volteó hacia un lado, y un regimiento de cucarachas salió en varias direcciones. La multitud que me había rodeado, se dispersó gritando de pánico y asco. Ese griterío trajo mi alma de vuelta a la realidad. Sigo sin saber dónde estuve, pero la antigua pesa tuvo la culpa de todo. Ella me hipnotizó, y solo ella sabe la magia que esconde.
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