Los peligros de restar sumando
Nos hemos embarcado en una travesía extraña, tras más de cuatro décadas de democracia administrada por una Constitución que aunque no perfecta, si ha traído una etapa de paz concluyente a la sociedad española, nos vemos superados por nuevas ideologías renacidas de la desafección política de una ciudadanía ya harta del exceso de corrupción en las élites de las diferentes formaciones punteras hasta entonces en nuestro país.
Toda esta bifurcación d e ideologías coincide en su proyecto de lograr el poder y con ello, sus propios intereses personales y partidistas se intensifican en una alocada carrera por llegar antes a la intersección del camino que corte el paso al verdadero sentido por el que se fundamenta la política, el bien de la sociedad a la que representa. Pero ocurre todo lo contrario, tras lograr el voto de confianza venido del descorazonador va y viene de nuestro sistema, degenera en una afluencia masiva de los populismos, de argumentaciones añejas que creíamos olvidadas y de una falsa propuesta en sus programas con los que hasta ahora han tratado de sofocar el escepticismo reinante en la ciudadanía.
La prueba fehaciente de todo esto la tenemos en Andalucía, una tierra manifiestamente volcada en el mandato socialista y que ahora, con la aparición de la extrema derecha, viene a convertirse en un escenario proclive a su implicación en las tareas de la clase política con representación ciudadana más puntera del extremismo. Cuando apareció en su día, venido a escena su protagonismo por las calumnias de la política hacia la sociedad española la formación Podemos, todo pareció salir a derrochar optimismo de los colectivos más necesitados, la clase obrera, los jóvenes con sus brechas educativas y su alto grado de desempleo, los mayores con la caída de poder adquisitivo que resultó de la política de recortes y austeridad en sus pensiones, el desajuste de los servicios sociales que llevó a la desaparición prácticamente total de la ley de Dependencia , el derrumbe progresivo del Estado de Bienestar y el desplome absoluto de una calidad de vida hasta entonces nunca vivida a pesar delos altibajos del bipartidismo en España.
Ahora, con el añadido de una inquietante dejadez y escasa participación democrática de la ciudadanía, en un afán irreflexivo de otorgarle al cambio de liderazgo la región más grande de nuestro país se convierte en un nido de derechas que pronto sacará a relucir su verdadero empeño por destruir el proyecto autonómico y con ello mucho de lo construido; por una manera de hacer política propia de dictaduras modernas con imagen progresista pero con maneras de pensar altamente preocupantes, es el escenario perfecto ideado por la nueva ideología extrema a la derecha del conservadorismo y muy por delante de interpretaciones partidistas.
¿Serán las elecciones municipales capaces de taponar la afluencia masiva de votos que la derecha ha ganado en Andalucía, uniendo las diferentes formaciones que se dicen neo liberales o del conservadurismo extremo de manera sorprendente o será provechoso para nuestra salud democrática parar a reflexionar sobre lo acontecido hasta ahora?
Una prueba de prestigio para una sociedad que se dice moderna, una manera de no renunciar a lo conseguido y una clara evidencia de que la mujer tiene que ver mucho en todo esto es transformar intereses partidistas en bienestar social; decimos que la manera de construir paz social es proveer a las generaciones de educación, igualdad, derechos o integración y por el contrario, variamos el rumbo de esa inspiración del conocimientos sin reflexionar lo más mínimo en las consecuencias que todo esto traerá en un futuro no demasiado lejano.
¿Vendrán las Elecciones Generales a interrumpir el avance desenfrenado de la derecha en nuestro país, promovida por los movimientos europeos de los cuales hasta ahora nos habíamos librado?
Puede que todo esto sea producto de la poca afluencia de votantes a las pasadas andaluzas, tal vez ocasionada esta escasa participación en la incredulidad reinante sobre las políticas que se llevan a cabo en otras autonomías y de las cuales estamos comenzando a estar un poco cansados, viendo una probable debilidad de un Gobierno venido de una moción que intenta desde la soledad de su número de escaños conceder algún tipo de salida a la austeridad predominante desde hace más de siete años en el país.
Porque gane quien gane, sea el partido político que sea el triunfador en las elecciones que se lleven a cabo el próximo año independentismo no es un bien necesario ahora ni a la sociedad catalana siquiera, un movimiento que se ha llevado más de un tercio del capital reinante en tan urbanita autonomía y que ahora no se sitúa en la parrilla de salida de actuaciones a las que atender sin demora de primera necesidad y se quedará de nuevo en el hangar del “ya veremos”, engrasando las tuercas del diálogo, el tornillo de la coherencia y reparando unas hélices que dieron demasiado aire pero poco giraron para variar su trayectoria de protagonismo sin base.




























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