Lo que nos ha tocado
Como si de un sorteo se tratase, nos ha tocado vivir una época que podríamos tildar, sin ser excesivamente exigentes, de convulsa. Una época en la que prima la bulla frente al sosegado tiempo de reflexión. Todo ha de ser inminente, llegar a ser la primera persona que alcanza una noticia o, por qué no, profiere la primera majadería a partir de cualquier acontecimiento. La desgraciada pérdida de la joven profesora zamorana, como resultado de un vil asesinato, puso en marcha la maquinaria de la estupidez. Por todos los flancos. Por el político, por el periodístico, etc. Cabría pensar en cómo acontecieron los hechos, si se hubiese podido evitar el asesinato, de haber actuado con premura o, simplemente, nada se pudo hacer frente a un energúmeno que, tras haber confesado, se le atribuye la autoría de los hechos. Sea lo que sea, la pérdida irreparable se produjo, sin que haya modo alguno de volver al momento anterior a ello. La situación, desgraciadamente, resulta irreversible.
En el ámbito de la política, habrá que detenerse para conocer qué puede pasar por la cabeza de alguien para que, ante un hecho de estas características, donde no cabe sino la condena más enérgica, se pueda ir buscando rédito político. Sobre todo, cuando son conscientes de estar mintiendo. La primera, la nueva portavoz del PP en el Congreso. Con esa intervención, digna de alguien con escasos escrúpulos, que hacía mención a la derogación de la tristemente famosa prisión permanente revisable. Tal medida, hasta que no se produzca la respuesta –a modo de sentencia– del Tribunal Constitucional, continúa en vigor. Y el que lo estuviese, fíjense cómo se equivocan, no impidió que asesinasen a Laura Luelmo. Quienes tienen intención de cometer un crimen, como nadie duda, no se paran a meditar sobre la pena que les caerá por su acción. En absoluto, quienes así actúan lo hacen sin plantearse las consecuencias. Por lo tanto, de poco o nada van a servir esas medidas que tanto se cacarean. El propio presidente de los populares, también introdujo dicho asunto en su intervención parlamentaria. Con más ganas de meter ruido que de lograr algún éxito con dicha medida, que como se puede comprobar de nada ha servido. Al menos no ha conseguido salvar la vida de la joven asesinada.
La acción rehabilitadora, que se supone sea el objetivo del cumplimiento de la pena, tiene difíciles visos de lograrse. Quienes trabajan en las cárceles, insisten en la escasez de medios para lograr tal objetivo. Cualquier medida que busque reinsertar a quienes pasen por prisión, requiere de personal especializado y, según el personal de prisiones, difícilmente se puede llevar a cabo en las actuales circunstancias. El otro día, y a propósito del referido caso, se hacía inventario de las necesidades para ello, muy lejos de alcanzarse en estos momentos. No solo ello, sino la vigilancia a que se debe someter a las personas tras cumplir con la pena, en función de las medidas a adoptar en aquellos casos de especial peligrosidad y con probabilidades de reincidir. Supone, disponibilidad de medios materiales y humanos, de los que se carecen. Quizá por eso, quienes defienden la prisión permanente revisable, lo que busquen es mantener entre rejas a alguien, por esa carencia de medios.
Existe, por último, otro hecho sobresaliente en este caso. No es otro sino ese morbo de ir detallando, hasta la extenuación, todos los aspectos que giran en torno a los hechos. Detalles, que no tengo duda, no van a devolver el necesario sosiego a la familia de la víctima. En síntesis, no hay necesidad de ser tan descriptivos a la hora de narrar los hechos y trasladar la información. Más que tener alguna eficacia, solo va a lograr incrementar el dolor en las personas cercanas a la víctima, que ya bastante tienen.































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