Las palmeras que se elevan sobre la azotea quieren asomarse, en realidad, al Parque de San Juan. Han crecido alejadas de él y, ahora, creciditas con el paso de los años, no quieren perderse la algarabía infantil, las alegres verbenas y la música vivaz que el parque proyecta en sus días de gala.
Por eso un parque es un parque. Y por eso las palmeras desean fervientemente alongarse para llegar a él, donde la vida se desarrolla. Es lo que tiene la Naturaleza, que también se asoma a la imaginación, a la memoria y al recuerdo. Vive a nuestro lado y nos saluda diariamente. Pero tengo para mí que pocas veces le hacemos caso.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.175