Microrrelato. "El río de la vida"

El río tembló al verlo llegar. Conmovido, se revolvió en su cauce y levantó olas que corrían atropelladas hacia los rápidos. No era la primera vez que presenciaba lo que iba a ocurrir, y se estremeció al recordarlo, al igual que se agitaron sus aguas con el choque del cuerpo que cayó sobre ellas para ser fue arrastrado por la corriente. Decidido a evitar una nueva tragedia, el río interpuso un madero que impidió al joven suicida precipitarse por la cascada. Luego se encrespó en una espiral transparente que se comunicó en un lenguaje líquido y claro:

-¿Por qué te quieres quitar la vida?

-Por amor.

-¿Qué dices?

-Mi novia me dejó. Y no puedo vivir sin ella.

-Eso no es motivo para matarte, hombre. Tu amor por ti mismo debe ser más importante.

-Yo sin ella no soy nada.

-¡Por favor! Morir por alguien que no te ama es absurdo. Tu vida es la que prima, y seguro que te esperan miles de experiencias dignas de ser vividas.

-¿Tú crees? –preguntó el joven, interesándose de pronto en la conversación. En su mirada asomó un brillo nuevo.

-Por supuesto que lo creo. Quiérete a ti mismo, por encima de todo, y a la vida, y nunca, ¡nunca!, necesites a nadie tanto como para anular tu identidad. Se pierde la libertad cuando se depende emocionalmente de otra persona.

-Tienes razón –replicó, convencido, tiritando de frío, el joven rescatado de una muerte segura. Luego, recuperada la cordura que se le había extraviado, entró en un estado de asombro. Atónito, sin dar crédito a lo que había sucedido, se quedó mirando al agua cuando ésta cobró su forma habitual. Después, aún desconcertado, se aferró al puntal de madera que lo había salvado y, sin mucho esfuerzo, consiguió llegar a la orilla, pensando que, afortunadamente, su mundo interior había dado un vuelco sustancial. Ahora apreciaba la vida y todo lo que ella significaba. Antes de alejarse, miró tiernamente al río y le dio mil gracias.

Y el río sonrió. Sus aguas bulleron de alegría.