Viajar y conocer mundos nuevos
No hay nada como viajar y conocer mundos nuevos, en especial si no vas como el clásico turista que lo mira todo desde un ángulo superficial, desde fuera, como el espectador de una película, sino cuando te metes en la realidad del lugar que visitas y te sientes como uno más entre las personas que lo pueblan. Son muchos los recuerdos entrañables que tengo de los viajes que me he gozado, y creo que éste que voy a contar es uno de ellos: Iba paseando por la Avenida 7 de septiembre, en Pelourinho, el barrio más pintoresco de Salvador de Bahía, en busca de una tienda de discos, cuando me topé con esta escena que ven en la foto. Me llamó la atención; me atrajo el ambiente relajado y amistoso creado por aquellos jóvenes bahianos de manera natural. En la cabina del coche, o camioneta, en cuya carrocería estaban sentados, sonaba una música, desconocida para mí, (más tarde me dijeron que era un tema de Daniela Mercury en el que se mezclaba el samba con el reggae) que, de manera refleja, hizo que me pusiera a bailar frente a ellos, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, gesto que me devolvieron al percatarse de mi presencia. Sin pensarlo dos veces me acerqué y, después de decirles que me gustaba mucho el tema musical que estaba sonando, les pregunté, chapurreando el brasileño, por la tienda de discos que andaba buscando.
-La tienes enfrente, justo detrás de ti –me respondió, amablemente, risueño, el joven que lleva una mochila colgando de sus manos, mientras que los demás me miraban con simpatía.
-Si es un perro me muerde –añadí yo, riendo abiertamente, y, tras darles las gracias, me dirigí a la tienda, moviéndome aún un poco al ritmo de aquel samba-reggae tan bailongo. Les escuché reír mientras me alejaba, y les oí de nuevo, una hora más tarde, cuando salí del local con una bolsa donde llevaba diez discos de músicos brasileños, entre ellos Caetano Veloso, Joao Bosco y Carlinhos Brown. Ahora sonaba una canción que yo sí conocía, un tema festivo interpretado por Gal Costa, y, sin poderlo remediar, me puse a bailar de nuevo, esta vez como si estuviera en una verbena. Suerte la mía, ellos lo celebraron con risas y, bajándose de la carrocería, me siguieron la corriente. Todos danzando, me invitaron a ir, por la noche, (¡qué noche la de aquel día!) a un concierto que se iba a celebrar en la parte alta de Pelourinho, en el que participaban María Bethania, Chico Buarque, Leila Pinheiro y Os cariocas, un elenco de lujo que hizo vibrar los cuerpos y los corazones de los cientos de personas que nos encontrábamos en el recinto. La noche era calurosa; el aire olía a sudor, a tabaco, a alcohol, a macoña, y yo, fascinado, arropado entre hombres y mujeres que parecían tener la piel de ébano, bailando, abrazándonos amistosamente, todos sonrientes y en perfecta armonía, me consideré afortunado y pensé que había sido un gran acierto viajar a Brasil. Fue un viaje mágico que jamás olvidaré.
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