Miró al horizonte y sólo halló mar. Un lienzo azul petróleo se extendía ante su mirada. Hacía frío. Tras lontananza se adivinaban unos nubarrones grises descargando su ira con espadas de luz apenas perceptibles.
No sabía cuánto tiempo llevaba esperando. Era su pasatiempo estival. Hoy acababa el verano, y ya hacía frío, y debía darse prisa para poder llegar a tiempo al aeropuerto.
Con parsimonia sacudió su toalla, recogió sus enseres y volvió sobre sus pasos, hasta llegar a la escalinata de acceso a la playa. Otro año más en el que no había acudido a la cita que habían acordado cuatro lustros atrás, para cuando ambos hubiesen cumplido cuarenta años.
Ella aún esperaba al otro extremo de la playa. Sus ojos no volvieron a encontrarse, pero le sentía tan cercano...
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