Y llegó el gran día…

Hoy, por fin, llega ese gran día... 40 años después volvemos a vernos las caras. Algunas puede que incluso no las reconozcamos. Otras seguirán resultándonos familiares. Pero tendrán más arrugas, menos pelo, más o menos grasa... Eso significará que los años han pasado por nosotros y que nos hemos convertido en padres, madres o abuelos. Con una madurez labrada con el paso de los días, de los meses, de tantas y tan buenas vivencias.

Nuestras profesiones son de lo más diversas. Amas de casa, maestros, enfermeros, albañiles, médicos... Las hemos elegido por vocación o no. Porque quizás las circunstancias nos han llevado donde no queríamos. Pero aquí estamos.

Veremos al chico que nos gustaba, a la compañera que se sentaba a nuestro lado, a la que nos dejaba copiar... Todos juntos celebraremos que hace 40 años comenzamos en el instituto. Y saludaremos también a los que para unos fueron queridísimos profesores y para otros no tanto. ¡De todo tenía que haber entre tanto alumno! A unos y otros, sin distinción, se nos ha quedado grabada a fuego la sólida formación que adquirimos y de la que aún hoy disfrutamos.

¡Cuántas vivencias, cuántos recuerdos...! Muchas parejas que se consolidaron en esos años aún permanecen, otras no. Pero es el destino.

Deseo intensamente que llegue ese momento. También para recordar a los que ya no están y que han partido a otra dimensión muy temprano. Los que no han tenido la enorme suerte de disfrutar de sus pequeños, de verlos crecer y ayudarles en sus tareas diarias. Esos hijos son tan buenos y aplicados alumnos como lo fueron sus padres.

40 años después... El camino que emprendimos cuando atravesamos la puerta de salida del Instituto de Gáldar no deja de sorprendernos. ¡Y lo que nos queda por ver! Por eso, si me lo permiten mis compañeros, sólo quiero darles un pequeño consejo: ¡pon vida a los años y no años a la vida!