Son las calles laguneras elegantes y embaucadoras. Ahora, peatonalizadas, han cambiando su fisonomía y ello sirve para darnos cuenta de sus llamativas fachadas. Además de percatarnos de la belleza de sus viejos edificios, la historia se nos echa encima y ralentizamos el paso, donde la lentitud se convierte en la aliada perfecta que nos acompaña para poder pisar con sentido pleno.
Como es Patrimonio de la Humanidad, la historia se encuentra en cada ventana, en cada esquina, en cada rincón. Y, por supuesto, en sus habitantes. Porque La laguna es de los laguneros, sí, pero somos muchos los laguneros que vivimos en otros lugares. El regresar a la ciudad universitaria es volver a entrar en la eterna juventud. Porque sus calles también son las nuestras y, en su totalidad, La Laguna representa la universalidad que nos une.
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