La tranquilidad de la calle nos lleva de paseo por un mundo azul donde la sombra ejerce de alma protectora.
En la mañana nadie transita por el lugar: o no están o se encuentran en el interior de sus casas. Apenas circula algún que otro coche perdido en las callejuelas del casco antiguo. La que en otro tiempo fuera una calle llena de comercios, y, como tal, bulliciosa, ahora desprende un silencio casi perenne en el centro histórico. La cercana iglesia, a las doce, anunciará con sus campanas el momento espiritual del día.
Sin embargo, la apacible calle ni siquiera se desperezará para no molestar al silencio, que, como un elemento más de la partitura, acompaña a la melodía de la vida.





























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