¡Mira lo que hemos hecho!
ARUCAS se despierta cada mañana con el dulce saludo del alisio, que se mestiza con la piedra gris. Con los rayos del sol, el tono azulado de la piedra parece revivir los recuerdos y los sueños de sus habitantes. Arucas se despierta cada mañana con la tranquilidad isleña de una ciudad que renace. Cada día es diferente. Cada día se renuevan las promesas y las ilusiones, y se aferran los deseos en la piedra a la que el labrante, incansable, ha dado forma y ha perfilado en busca de la belleza. Es Arucas la ciudad donde las calles encierran y protegen la intrahistoria de sus habitantes. Y también donde sus viejos edificios nos hablan de un tiempo que aún permanece.
Es ARUCAS la belleza tranquila y pausada que apenas adivinamos. Sin embargo, sin su paisanaje la ciudad se desleiría como un azucarillo en el café de la tarde. Son los habitantes la esencia de su vida. Sin ellos la ciudad dormiría un sueño profundo, como si de un cuento se tratase. Por eso me gusta cuando sus calles surgen como venas vertiginosas dirigidas y encaminadas al corazón de su alma. Porque Arucas tiene alma, alma fuerte cincelada con las manos artesanas de sus labrantes, eternos viajeros en el espacio y en el tiempo que continuamente nos están diciendo “¡mira lo que hemos hecho!”
(del inédito libro APENAS UN INSTANTE)






























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