La plaza vacía
¿Por qué la Plaza ha quedado vacía? ¿Por qué el centro de reunión por excelencia continúa desierto?
La Plaza, como lugar de encuentro y punto neurálgico de la ciudad, contribuye a preservar la salud mental de sus habitantes; da juego a la conversación distendida en estos tiempos asirocados y empantallados; sirve como lugar de cita, como primer espacio de donde salir y como último donde llegar. Sin contar su extraordinario valor simbólico y social.
Las mentes estrechas, que van por veredas y vericuetos, son las que nos han dejado sin Plaza. Y sin Mercado Municipal. Como no tenían arraigo, destruyeron la personalidad de la ciudad creyendo que era una desconsideración hacia los barrios: había que descentralizar fuera como fuera. Y no se percataron de que los ciudadanos de los barrios se identifican con el centro. ¿Ustedes no creen que los de Alcobendas o Vicálvaro no aman el centro urbano de Madrid, tan bien retratado por Galdós? La Plaza no es solo un lugar: es una manera de ser y sentir, y de vivir también. Es la historia de la ciudad. Creyeron las mentes estrechas que la Plaza era solo de los que vivían a su alrededor sin darse cuenta de que era una señal que unificaba y cohesionaba a todo el municipio, desde la Costa hasta las Medianías. Pero no ha sido así. Ha triunfado el localismo más atroz y el desarraigo más absoluto.
Lo peor de todo es que aún hoy se empeñan en ser chiquititos. Y nos quieren llevar por su camino estrecho y personal. Y erróneo.































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