¡Fiesta!

Hoy es el dia del viento... Reina el viento con una absoluta monarquía. Incasable y acertante, recorre las calles, los jardines y el pueblo entero. Es nuestro invitado de Honor “El viento”. Se levanta colérico, retumba, se vuelve un toro invisible, destroza cuanto se opone a su no sé ciega voluntad. Despeja ramas, asola los jazmines, asola a los cipreses y las hojas restantes caídas. Nos avisa que en el rutinar del viento, algo se acerca: ¡LA FIESTA!

Si en la vida diaria nos ocultamos a nosotros mismos, en el remolino de la Fiesta nos disparamos. Mas que abrirnos, nos desgarramos. Todo termina en el canto al amor, la amistad. La Fiesta es nuestro festejo más nuestro. ¿Hasta que punto nuestro hermetismo nos cierra las vías de comunicación con el mundo? Conocemos el delirio, la canción, el aullido y el monologo, pero no el diálogo. La fiesta, como nuestras confidencias, nuestros amores y nuestras tentativas para reordenar nuestra sociedad de tanto hermetismo, de nuestro recelo y desconfianza que nos rodea. Esta reacción se justifica si se piensa en lo que ha sido nuestra historia y en el carácter de la sociedad que hemos creado.

Gracias a las Fiestas el ser humano se abre, participa, olvida. Comulga con sus semejantes y con los valores que dan sentido a su existencia religiosa o política. La Fiesta no es nada más que un regreso a un estado original de indiferencia y libertad. Es una explosión, un estallido, júbilo, lamentos, recuerdos... Si, en la fiesta, las borracheras o las confidencias nos abrimos, lo hacemos con tal violencia que nos desgarramos y acabamos por anularnos. Y ante la muerte, como ante la vida, nos alzamos los hombros y le ponemos un silencio o una sonrisa desdeñosa. La Fiesta y el crimen apasional o gratuito revelan que el equilibrio de que hacemos gala solo es una máscara siempre en peligro de ser desgarrador por una súbita explosión de nuestra intimidad.

Corazón apasionado disimula tu tristeza.