Microrrelato. "Una bruja por la escalera"

Quico Espino Lunes, 25 de Julio de 2016 Tiempo de lectura:

quicoespino2016A Peregrina Caballero, siempre sonriente, se le notaba a la legua sus intenciones cuando pretendía hacer alguna travesura. Era habitual ser pillos, pícaros, mataperros e incluso crueles, sobre todo con los animales, en aquellos tiempos ya remotos. Los niños de los años cincuenta veían a sus padres divertirse organizando competiciones de erizos cacheros a los que ponían gasolina en el culo para ver cuál corría más. Siguiendo el ejemplo, los hijos mataban pájaros y lagartos con las tiraderas, cazaban ranas y combatían en las “guerreas” que enfrentaban a los barrios: El Ejido contra EL Mondragón, por ejemplo. Se tiraban piedras, palos, huevos hueros (que apestan más que las bombas fétidas) y todo lo que pescaran a mano. Eran unos salvajes.

Traviesa como ella sola desde pequeña, Peregrina caballero disfrutaba haciéndole perrerías a su familia y a sus amistades. Les metía lagartijas y cucarachas en los bolsillos a sus compañeras del colegio y, más adelante, a las mujeres que trabajaban con ella en el almacén. A sus hijas las tenía fijo asustadas porque les ponía ranas entre las sábanas de las camas, y se mondaba de risa con el escándalo que formaban.

-¡Fuerte mujer mataperra la mía! –protestaba el marido, sobre todo porque sufría más que nadie las travesuras de su esposa. Era un hombre supersticioso que creía en brujas, y ella se aprovechaba de su debilidad: Una noche de esas oscuras, mientras él dormía profundamente, ella, con una sábana y un quinqué encendido, salió de la alcoba de puntillas, cruzó el patio abierto y subió la escalera que daba a la azotea. Una vez allí, se colocó la sábana sobre la cabeza, ocultó el quinqué bajo el lienzo y se puso a zapatear y a dar brincos, despertando al marido con el ruido. “¿Qué pasa, Peregrina?”, preguntó, asustado, levantándose de la cama. Y al acercarse a la puerta de la habitación vio, aterrorizado, la figura de una bruja destellando en medio de la oscuridad, ululando por la escalera para abajo. Él se orinó de miedo. Y ella de la risa.


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