Narcotizar las palabras
En los tiempos de ahora, las expresiones administrativas y políticas parecen inundarlo todo. Y las declaraciones de los dirigentes políticos, con ese peculiar lenguaje retórico, tratan de imponer un valor determinado a las palabras: el de sus intenciones particulares y partidistas, donde los mensajes cifrados adquieren el extraño valor "de lo que yo quise decir". Pero no podrán. Porque los escritores nos las ofrecen con su alcance preciso, precioso, único y simbólico. Y a los escribidores hemos de recurrir para no sucumbir en este marasmo de palabras narcotizadas que solo pretenden dejarnos sin horizontes claros donde poder respirar.
En los próximos meses viviremos "experiencias únicas": "con quien primero me reuniré será con el principal partido de la oposición", y lo que sucede es justo lo contrario; "estamos en un momento histórico"; "al presidente en funciones nunca le votaremos", y le votan; "los peores resultados de la historia" y así hasta el infinito y más allá. Por eso tanto hartazgo. Hasta los mismísimos estamos del trato que nos dan y de las interpretaciones que hacen. Y tengo para mí que todo es mucho más fácil. Pero no están los tiempos actuales para dialogar, pactar, ofrecer y renunciar. En la lógica del "y tú más", y de la desconfianza, hemos llegado a la situación actual: crítica y hasta cierto punto irracional: la estupidez ha venido para quedarse.
Y en eso consiste la tristeza del panorama actual, donde nadie parece estar en su sitio. Cuanta más corrupción, más votos: ¿alguien lo entiende? Cuanto más descaro en las declaraciones, más valientes se sienten ante la sociedad que los vuelve a premiar. Les confieso que ya no entiendo nada: ni en el papel, ni en internet, ni en las redes sociales. Atrapados estamos en un lenguaje que se renueva como un bucle que da vueltas y vueltas con el fin último de enrocarse en el mismo sitio. Y así no avanzamos. Quizás sea lo que de verdad interesa. No sé si me explico.
Por eso tengo la costumbre de volver una y otra vez a los libros. Al menos los intereses son otros y mucho más sanos y sinceros, donde las palabras adquieren la trascendencia y sustancia auténticas de la libertad. De expresión, imaginación y pensamiento. No sé si me explico otra vez.































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