La calle
La calle parece estar preparada para el disfrute de sus visitantes y vecinos.
Así amaneció, como muestra la imagen, un sábado por la mañana. Y gracias a ese milagro cotidiano e inesperado pudimos darnos cuenta de que los coches no nos dejan ver el entorno; cosa que ya sabíamos. Las fachadas, con sus filigranas en piedra, volvieron a ver la luz y a afianzar su belleza. Pero también hay demasiado cable para tanto patrimonio. Y una cartelería variada y rara.
Al verla libre de ataduras, nos llegamos a percatar del tamaño de los árboles del Parque Municipal. Percibimos su sombra siempre, eso sí, pero ya no levantamos la mirada. Debería haber más días donde los coches desaparecieran de las calles. La pena es que ya, en algunas de ellas, ni siquiera hay vecinos.
Los tiempos son otros y son los que son. Inexorablemente.































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