Se nace con la enfermedad más mortal de todos: la vida
Si alguien pudiera morirse de soledad, muy pocos niños sobrevivieran. El olvido es unas más precisas condiciones de la vida. Por supuesto que hablo de los niños atormentados por sus padres, de los deseados, de las prostituidas, de los expuestos. Hablo de las cosos que ensangrientan las páginas de los periódicos, las mesas de los tribunales tutelares de menores, la lamentable historia de la humanidad. No olvido de los niños encadenados, hambrientos de los golpeados hasta la agonía... no hablo de los niños bien amados, instalados en camitas primorosas dentro de su propio dormitorio, rodeado de juguetes, con personas a su cargo que vigilan sus pises y cacas. No hablo de niños acariciados, amamantados, consentidos con hermanitas a su alrededor, no hablo de los niños felices. Y de ellos es que siempre he dicho " si la soledad manchase, no había agua suficiente en el mundo para lavarlos".
Infancia, niños y niñas callejeros, vendidos y humillados ante la crueldad del hombre que fue también niño, pero que olvida su miseria ante un dios duro en un oficio exigente y mal pagado... Pero el ser humano está hecho para el olvido y la esperanza. Hecho para engañarse y consolarse. Cuando crezca empezara a creer que su infancia fue un concurrido paraíso. Quizá porque lo que viene después sea aun peor. Quizás porque los niños que no saben leer no alcancen esta página. Quizás porque quienes la lean han comprendido que un dia al despertar y buscar con los ojos la sonrisa y buscar con la mano el rostro que ama no lo encontrara. No encontrara la boca que canto para el durmiera, los brazos que lo mecieron al dormirse...
La infancia transcurre en una noche oscura del alma y del sentido. Cuando tratan los místicos de su aridez y su acidia, yo siempre los traslado a la infancia. No en vano se remiten tanto a ella. Alguien lo espera todo de su dios, y su dios se le esconde, enmudece, se hace ininteligible. Alguien alza los ojos a la divinidad, y la divinidad, al parecer ha dejado de existir, igual que en una encuesta, no sabe responder y no responde... y las niñas tras esas rejas del campo de concentración, miran a las estrellas en ese parpadeo por jugar con su luz en esa lucha de un éxodo injusto. Golpeados por una sordedad negra, transparente como su propio dolor. Entre otras razones porque el dios es un oficio duro, un oficio exigente y mal pagado donde las políticas practiquen su juego: La venganza. Si el niño supiese que es la muerta y como conseguirla, en ese instante la suicidaría.





























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