Tiene el Muelle de la Luz la atracción recurrente para los pescadores aficionados.
Desde el otro lado de la ciudad, la mañana del domingo se presenta como siempre: tranquila, lenta, pausada; como acaso debiera ser la vida misma en estos tiempos tan vertiginosos, donde se tiene la sensación de que no hay que mirar a nadie: todo ha de ser rápido y urgente a través de un artefacto tecnológico.
Sin embargo, los aficionados pescadores de nuestras orillas llevan en sus genes la paciencia y el rato lento de la existencia. Da igual lo que pesquen; lo importante es la vida intensa.


























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