La extraordinaria playa de Las Canteras se adivina como el paseo más democrático. Por allí danzan personas de toda clase y religión, y condición también, raza, cultura, idiosincrasia y, casi como denominador común, los del país buscando un ratito de animada y distendida conversación.

Y al mismo tiempo y a la misma hora la capital es única y diversa: unas historias se sobreponen a otras, sorpresas e incertidumbres, alegrías y tristezas, y todas confluyen mirando al mar, como dijera aquel cantante de largo y estrecho bigote que se llamaba Jorge Sepúlveda.

Y en los días luminosos, con el predominio del azul en el cielo y en el mar, los amigos y conocidos vuelven a hacerse visibles como si lagartos fueran, y comienza de nuevo la rueda de la vida y de la comunicación.

Es el verano que llega. Y con él la luz y la sonrisa. Y la arena, a juego con el sol, nos devuelve las caricias más soñadas.