Escribir en La Laguna
El pasado sábado, 23 de abril, Día de Cervantes, tuvimos la suerte de escribir en La Laguna. Mientras la mañana se despertaba con cierta resaca y un tiempo desabrido, los paneles con motivo del Día del Libro nos invitaban a participar, siquiera brevemente. Y fue una experiencia no solo interesante sino que, además, contribuyó a sentirnos "amigos de los otros que también escriben", aunque no los conozca nadie, como es mi caso.
El hecho de escribir, de inventar, de poner en un papel, o panel, en este caso, apenas unas ideas, unos deseos, una ligera impresión, ha servido para conectar con los que leen, con los que se detienen y analizan, y piensan, y miran detenidamente el vivir.
La feliz iniciativa de La Laguna está acorde con su historia, con su patrimonio y con su universidad. Ese gesto, aparentemente sencillo, es más profundo y misterioso de lo que parece. Y si no fíjense en la imagen: el señor que escribe lo hace con tranquilidad mañanera y no está pensando en quién leerá lo que escribe: escribe y ya está. A lo largo del día otros habrán leído su breve texto y, sin quererlo ni percibirlo, habrán contactado con él a través de un medio muy eficaz: la escritura, el libro, el papel, el pergamino...
Y la esperanza de que esta sociedad petrificada vuelva a los libros, a los textos largos y a la reflexión pausada. De ilusiones y deseos también se vive: ya lo saben mis improbables lectores desde hace tiempo...































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