Adreim o la monarquía

De pequeños, cuando éramos como esponjas mamonas, nos hablaban de buenos y malos y los reyes solían estar entre los primeros. Ahora, cada 6 de enero la magia de los regalos abunda en el relato, pero para compensar está lo de Herodes, sin pruebas según la Wiki. Después, a uno muy astuto se le ocurrió aprovechar la masacre, haciéndolo con tanto arte que convirtió el día 28 de diciembre en la fiesta de las bromas por excelencia. La realeza sigue siendo una realidad, valga la licencia, y de todo aquello queda en el subconsciente un recuerdo que es como un juguete, porque duele cuando lo rompen. Por eso he pensado en cómo evitar las molestias que en su vida privada, la de Ellos, y en la nuestra de rebote, causan la combinación de tecnología y libertad, partiendo de la base de que de la primera no podemos prescindir y a la segunda no queremos renunciar. La solución que propongo es que Sus Majestades hablen siempre en un idioma distinto y exclusivo. Así no volverán a herir la sensibilidad plebeya, tal como ocurrió cuando hace poco nos enteramos de lo que le habían escrito a uno de sus amigos. Como aprender no es fácil, deberían ir poco a poco. La primera palabra que se me ocurre solo para Ellos podría ser "adreim", de la que ya tienen pistas. Debería incluirse rápidamente en el diccionario de la RAE, pues de lo contrario es muy probable que su espontánea expansión por las redes la conviertan en una realidad inevitable y salvaje de nuestro lenguaje. Lo que estoy buscando con esto es defender tres cosas buenas: La primera, la libertad que reconquistan cada día para nosotros los periodistas cuando publican noticias que no pueden desmentirse, caso de la inolvidable "no volverá a suceder", de tan curativos efectos. La segunda, evitar que los reyes nos hagan daño, y se lo hagan Ellos, tropezando con esta piedra tan oculta como sensible que es nuestra más tierna infancia. La tercera, aconsejarles que si no se ven capaces, se lo piensen. Así su mundo será el mismo que el nuestro.