'Lo tengo decidido', le anunció, firmemente erguida, con los brazos cruzados sobre el pecho y unas ganas endiabladas de llorar y gritar como una energúmena. Él la miraba incrédulo. Pero si todo en él era perfecto: tenía un buen trabajo, casa propia, un cuerpo atlético, unas canas incipientes que le hacían aún más atractivo con su rostro aniñado. ¡Un triunfador!
'¿Cómo que me vas a dejar?, ¿por qué?', preguntó, y entonces ella entendió que por más que se empeñara, existen personas que, simplemente, no cambian jamás. Por más años que cumplan o por más madurez que se les presupongan, su capacidad mental no daba para más.
Se dio la vuelta. No iba a permitir que la viera llorar. Otra vez, no.
Y quedó inmóvil, perplejo ante el abandono. Incomprensible para él y, sin embargo, no hizo ningún gesto para retenerla.
Hay personas que son incapaces de valorar lo que tienen.
Aunque lo pierdan una y otra vez.





























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