Gracias a los poetas, injustamente olvidados, no sucumbimos ni al estrés ni a la angustia. Gracias a sus palabras, ritmos y tonos, percibimos que esto merece continuar porque la esperanza aún no se ha convertido en desesperanza. Y cuando nos movemos en el interior de sus versos, arriba y abajo, a un lado y a otro, y completamos las oraciones suspendidas, comprendemos que más allá de las prisas y de la inmediatez, y de la pantalla que todo lo domina, hay un corazón latiendo: Literatura se llama.
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