Creando inteligencia colectiva
La razón personal está sobrevalorada: nuestra capacidad de pensar, de formar juicios sobre situaciones, y de reflexionar para llegar a conclusiones sobre las problemáticas, está, a menudo, condicionada por interpretaciones erróneas o ilógicas de la información disponible. Nuestras razones, los argumentos que damospara probaro persuadir, es muy probable que adolezcan de certeza debido a múltiples sesgos cognitivos, cuando conocemos poco la situación, hay un alto índice de riesgo, carecemos de datos relevantes o estamos comprometidos emocionalmente.
En vez de ser cautelosos con nuestras valoraciones y hacer más uso de la crítica en las cuestiones importantes, que requieren de atención y esfuerzo intelectual, habitualmente, nos dejamos influir por inercias arbitrarias e inferencias injustificables. Esto ocurre cuando damos nuestra aquiescencia solo a los datos que confirman los puntos de vista con que nos identificamos, subordinando nuestro raciocinio a nuestras creencias. También, cuando nos dejamos llevar por las apariencias y por los modos de presentar una situación. O cuando confundimos la correlación o la continuidad entre sucesos con una relación de causa-efecto entre ellos. Por si fuera poco, somos más sugestionables con lo que consideran personas de prestigio, los argumentos de autoridad, de lo que reconocemos.
La capacidad de nuestra mente para crear modelos de la realidad suele, asimismo, llevarnos a caer en prejuicios, lugares comunes y tópicos. Y nuestras propias atribuciones no mejoran nuestras posibilidades de equivocarnos: nos creemos más inteligentes e informados que el común y mejores que la media; sobreestimamos el grado de consenso con nuestras opiniones y proyectamos en los demás nuestras creencias, cuando no somos nosotros los que nos sumamos al sentir que creemos mayoritario. El colmo es que, aunque percibimos los sesgos cognitivos de los demás y los criticamos, no solemos reconocer los nuestros. Si, esa incierta facultad de la inteligencia, que es nuestra razón, nos lleva a creernos, gratuitamente, inmunes a los errores.
Por todo ello, aunque la interacción grupal también está sometida a dinámicas distractoras e irracionales, dada la complejidad de muchos de los asuntos actuales y la necesidad de evitar las equivocaciones en múltiples ámbitos -por los altos costes, de todo tipo, que comportan-, en nuestras avanzadas sociedades se promueve el trabajo en equipo, la elaboración colectiva.
Tras múltiples indagaciones se afirma que, del mismo modo que ocurre en las personas individuales, existe una inteligencia general y de distinto nivel en los equipos. Y esa capacidad se denomina inteligencia colectiva. Las características que se ha constatado que hacen a los equipos más inteligentes son: contar en su interior con más mujeres que hombres; estar formados por personas perspicaces; y que sus miembros contribuyan de forma generalizada a las discusiones. Y al igual que los individuos necesitan memoria, atención y capacidad de resolución de problemas para funcionar bien, los grupos, también. Para minimizar los sesgos cognitivos. La investigadora Anita Williams Woolley considera que "La inteligencia colectiva aspira a llevar el trabajo en equipo a un nivel más eficiente en el que, gracias a la tecnología, los individuos puedan pensar juntos y encontrar soluciones.".Y que el ingrediente fundamental para hacer que la inteligencia colectiva sea más productiva, es que se den relaciones de calidad entre sus integrantes. Al fin, humanos y sociables.





























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.3