Los programas cambian con las sospechas
Desde que el hombre vive en colectividad, inmerso en sociedades superpuestas y coincidente en la historia del progreso hacía nuevas formas de subsistencia, todo es presumible de tener argumentos suficientes que resulten coherentes a la vez que taimadamente pertenecientes a la forma de ser del individuo.
Esta parece ser la constante que define la política manifiesta del tiempo en el que vivimos, cansados de la apariencia abusiva de los que mandan demasiado salen novedosas ideologías queriendo ser las verdaderas y únicas capaces de cambiar de tonalidad los asientos del Parlamento; es decir, que si el trascendental momento que atraviesa la política española merece ser renovado, nada mejor que hacerlo de manera fulgurante, dejando en el asalto a las urnas las viejas maneras de utilizar la intención del ciudadano en beneficio del mismo.
La incertidumbre no obstante se hace dueña del momento y las consecuencias se pronostican a la ligera sin atender la disposición por atraer la confianza del votante haciendo en su lugar, demagogias que se antojan tan posibles como tramadas a hurtadillas con el fin de mantenerse en una posición definida a cambio de apaños inciertos. Que el SR. Rajoy es un líder contaminado por la corrupción es ya tan visible que no admite lugar a especulaciones de otro sino aunque también es presumible de ser cambiado tan pronto como atiendan aquellos lideres novedosos la previsión de cargos posibles tras las Elecciones del próximo día 20-D.
Pero también es cierto que la vicepresidenta Santamaría tiene un reto a corto plazo, el de saber diligenciar sus deberes de futura líder del PP convirtiendo su intervención en el debate en una presentación en toda regla de su valía como nueva candidata a postergar en el cargo al actual Presidente. Una intención a la que se da por bien recibida entre suspiros bajos de los grandes barones del partido en el actual Gobierno cansados de la mala imagen de esté entre los afiliados de la formación que exigen un cambio notable que les posicione con alguna garantía de no caer en el fracaso político.
Pedir ahora el Sr. RAJOY sentido común a los jóvenes es como querer hacer de un papel arrugado una misiva aceptable en la que leer proyectos novedosos con programas adyacentes capaces de sacar del anonimato las cualidades de nuestros estudiantes cansados de la inconexa actuación de los ministros de Cultura de la legislatura popular y los gobiernos autónomos dirigidos por la misma formación. En definitiva, no se puede ahora vilipendiar el pensamiento de la mayoría de estudiantes afectados por las reformas, por la subida de tasas universitarias y los escasos recursos derivados del desempleo tratando de querer cerrar una brecha abierta de desigualdades que los representantes del actual Gobierno llaman simplemente cicatrices.
La carrera desbocada que se presume en estas fechas hasta la llegada del momento en el cual pongamos a disposición nuestro voto está repleta de obstáculos y marañas de presentaciones públicas en toda nuestra geografía. Lo del voto incierto que se mantiene imperturbable por ahora en cerca del 40% de la población con derecho a voto seguirá posicionando a cada cual según sus propias estadísticas o simulacros rellenen un buen número de párrafos o espacios de difusión.
Damos por sentado que la filantropía nada tiene que ver con la política actual y tal vez, nunca lo tuvo pero, lo que al menos los ciudadanos aspiran a serle proclive es la lealtad de quienes quieren acometer nuevos proyectos porque de otra manera sería nada menos que insufrible de ser aguantado por una sociedad harta de precariedades. Renovar una Constitución que ya ha cumplido varios años en favor de unos pocos es al igual que el cambio al que se prevé en los organismos institucionales una necesidad imperante.
Cuando los partidos políticos que se presentan a estas Elecciones Generales convivan en armonía por unos derechos sociales adecuados como son el Pacto de Estado por la Educación, los Servicios Sociales y el Empleo podrán después tomar iniciativas ideológicas propias pero hasta ese momento, nada importa más al ciudadano que poder atender sus necesidades básicas.





























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