 Las primeras luces del día alumbraron el camino hacia El Cerrillal de Gáldar. Con el sueño pegado aún en los ojos, jóvenes y mayores fueron llegando, con ganas de dar lo mejor de sí, pues este lunes en el que agosto se despedía, tocó jornada de vendimia en Bodegas Viejo Antón.
Las primeras luces del día alumbraron el camino hacia El Cerrillal de Gáldar. Con el sueño pegado aún en los ojos, jóvenes y mayores fueron llegando, con ganas de dar lo mejor de sí, pues este lunes en el que agosto se despedía, tocó jornada de vendimia en Bodegas Viejo Antón.
Amigos y familia acudieron sin dudar, a la convocatoria anual que realiza D. Antonio Quesada, y lo hicieron con la ilusión de compartir una jornada de fatigoso trabajo, pero que también deja risas compartidas, anécdotas y la sensación de ser partícipes de un proyecto de vida, en el que en torno a la vid, florece la alegría y se disipan las tristezas.
El frescor del alba duró poco, ya que el calor se presentó pronto y con intensidad, pero las altas temperaturas no pudieron con el deseo de este grupo especial de jornaleros por un día, de sacar adelante la vendimia.
Con mimo, con el sudor surcando las frentes, con más de una lágrima atragantada ya que en este tiempo de vendimia, el corazón sufre más que nunca las ausencias, esas que dejan parte del alma muda para siempre, que emocionan la memoria con el recuerdo de vivencias cotidianas, y que no consiguen apagar el amor que sus protagonistas merecieron, y así, se fue recogiendo la uva, racimo a racimo, viñedo a viñedo.
A media mañana, se tomó un descanso, reponiendo las fuerzas con el suculento desayuno en el que no paran las bromas y en el que se presume de ser el mejor vendimiador o vendimiadora del año.
Después se siguió con el duro trabajo, con más de uno relamiéndose al pensar en la exquisitez del vino que está por llegar, ya que cuando la cosecha se recoge con tanto cariño, cuando se pone tanto sentimiento en la recolección de la uva, el caldo que sale de este trabajo compartido, tiene un sabor único, que evoca a la tierra, al viento, a la ilusión, a los sueños que están aún por cumplir, a la familia y a la amistad. Un vino auténtico para brindar por la vida, en el que seguro que Paquita, Madrina y Primo, el compañero de vendimia que llegaba desde Agaete, también levantarán sus copas, allá donde estén para brindar por su familia.
Cuando finalizó la esforzada jornada, se hizo el balance satisfactorio del trabajo bien hecho, plasmado en 7.600 kilos de uva listán negro y malvasía, que ya están preparados para producir la nueva cosecha. Y como las cosas que se hacen bien hay que disfrutarlas, se descorcharon unas botellas de la cosecha 2014, y se unieron las copas para agradecer esa oportunidad única de compartir que da el día de la vendimia.
Sin palabras, en silencio, como despedida de un gran día, desde los corazones fatigados de los vendimiadores, nació una plegaria espontánea y emocionada: "cuando llegue noviembre que la primera botella que se abra del nuevo vino, llene la copa de Nayra, y junto a la de ella, las de Conchita, Pepe y Gustavo, y con ellos celebremos todo lo bueno que nos da esta tierra en la que vivimos".

































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