De nada sirve que se coloquen plantas y flores y se pongan tinajas decorativas, si cuando uno para caminando por las aceras galdenses, cada x metros, te encuentras con las desagradables caquitas perrunas y hasta caballunas. Y es que desafortunadamente, aunque no lo quieran ver, la imagen de las aceras con esta clase de excrementos, se impone cada día, porque es lo que hay, y como no tomen de verdad, cartas en el asunto, de nada servirá los embellecimientos, por lo que se lleva el visitante es la zuela del zapato cuando pisa la caquita de turno, y eso cómo mínimo, porque igual se va también con una cagadita de paloma encima para tener la visita completa.





























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