Innombrables

Opinion

leonilocartel2015Sucede siempre con quienes, años atrás, fueron preclaras personas; al menos en su ámbito partidario. Pasado el tiempo, cuando las cosas vienen mal dadas porque se pone en evidencia cómo lograba sus éxitos, su nombre pasa al olvido. Todo dentro de la acostumbrada normalidad. La persona en cuestión cae en un extraño pozo, lo suficientemente profundo para provocar el olvido de su nombre.

Sucedió con el tesorero del partido, Luis Bárcenas, que pasó de "ánimo Luis" a "ese señor por el que usted me pregunta". No sé si sucederá con quien ahora mismo está a punto de perder su identidad; pero con el primero se volcaron en evidenciar su amnesia. A quienes quisieron escucharles les repitieron cómo desconocían su actividad, eso sí participaban de sus beneficios; sin perjuicio de esos amagos de denunciarle con escaso éxito o, por qué no, como mero brindis al sol.

Con la caída en desgracia del siguiente, Rodrigo Rato, no solo se evidencia su descalabro. Algo más subyace en dicho asunto pues, no en vano, fue el personaje milagro del gobierno de José María Aznar. No podemos olvidar la descripción que de él hacían, hasta no hace tanto. Fue quien llevó España a las más elevadas cimas. Ahora, con el paso del tiempo, se pone en evidencia la versatilidad de la frase de Groucho Marx: Partiendo de la nada, hemos alcanzado las más altas cumbres de la miseria.

En cuanto al último, la situación no resulta novedosa. A sus aparentes éxitos, que sirvieron para elevarle a puestos de máxima responsabilidad, le siguieron sus notables fracasos, casi sin solución de continuidad. Dejó la dirección del FMI, con una aparente voluntad de dedicarse a la actividad privada (ahora da la impresión de no haberla abandonado en momento alguno), si bien se incorporó a la dirección de Caja Madrid primero y al explosivo experimento de BANKIA, con todas las consecuencias de su paso por allí.

De este señor, al que atribuyen dotes de economista, supimos no conocía la técnica contable cuando fue interrogado sobre el caso de las tarjetas negras. Eso sí, hizo uso de ellas sin que se le moviese un músculo de su cara. De la finalidad de los débitos cargados a la susodicha, también supimos por los apuntes a priori opacos. Cierto es, de ese asunto poco se habla pues, quien no hace tanto nos arengase con nuestros deberes como contribuyentes, se acogió a la conocida como amnistía fiscal. En otras palabras, una parte de sus ingresos no estaban contabilizados por el fisco. Y no me refiero al de las tarjetas de nuevo sumidas en la oscuridad.

Que quien nos advertía de los riesgos del fraude fiscal, de sus consecuencias en el buen funcionamiento del Estado, ha dejado bien claro aquello de: "haz lo que te digo no lo que hago". A ello debió dedicar sus desvelos, aparte de la elogiosa declaración de su ex esposa, quien dijo que solo se había dedicado a mejorar España. Y bien que la mejoró, la parte de España correspondiente a su patrimonio personal. Sea como sea, salvo en los medios de comunicación y entre las personas más allegadas, aún conserva su identidad nítida y clara. No sucede así con quienes compartió actividad política, estas personas, como ya vienen incorporando al acervo del partido, han vuelto a tener un ataque de amnesia, olvidando su nombre y los elogios no tan distantes, para dejarlo en la categoría de: ese señor del que me habla. En definitiva, un innombrable.


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