Echedey Medina, ejemplo de superación

Redacción Domingo, 05 de Abril de 2015 Tiempo de lectura:

ECHEDEY MEDINA 2El Síndrome de Möbius o Diplejía Facial Congénita, es una enfermedad rara que impide mostrar su sonrisa a Echedey Medina Déniz, un joven moyense de veinte años, amante de la literatura y la poesía.

Sin embargo, al escucharle hablar con tanta pasión de los autores, poemas y lugares que le sirven de inspiración para sus primeras creaciones, uno sabe que Echedey está sonriendo, y luchando contra el conformismo y la apatía social, con versos cargados de fuerza y optimismo que deja volar al mundo desde el barrio de Carretería.

Tiene la ilusión de que algún día no muy lejano, cuando finalice los estudios de Filología Hispánica en la ULPGC, sus alumnos le reciten como él recita hoy a su admirado convecino, Tomás Morales, a quien, además, dedicó una oda con motivo del Día Mundial de la Poesía, que se celebra este 21 de marzo.

Echedey tiene claro que la escritura en particular y la creatividad en cualquiera de sus variantes artísticas, no tienen fronteras ni barreras.

Asegura que su discapacidad lo ha ayudado a tener una mirada más sensible y concienzuda de la sociedad, ya que uno se va formando con lo que le ha tocado vivir y es quien es con todo lo que tiene. Piensa que si no le hubiese tocado tener esta enfermedad, quizá hubiera sido una persona diferente.

Immanuel Kant decía: "actúa de manera que tus actos sirvan de ejemplo universal", y en base a esta premisa, Echedey cree que todo el mundo puede ser un ejemplo para los demás. Así, asegura que le gustaría promover la iniciativa, personal y colectiva; el movimiento de las masas y el compromiso con la sociedad.

Escribe de todo un poco. A veces poesía sentimental, de amor, tristeza. Otras, poesía más reivindicativa o social, que le ayude a buscar el significado de la existencia humana. Depende Hay momentos que escribe para evadirse y escapar de la realidad y momentos en los que adquiere mayor conciencia social.

Para Echedey, escribir es descargar al mundo los sentimientos que lleva dentro. La poesía es una válvula de escape y a la vez es un martillo de lucha, de esperanza y de futuro. Es la expresión más pura del sentimiento humano, del momento que estás viviendo, sobre todo en estos tiempos de tanto terremoto físico y psicológico, de tanto bombardeo mediático y tanto ruido.

Echedey es consciente de de que vivir de la escritura es muy difícil, pero la pasión por escribir siempre se lleva y algún día le gustaría publicar un libro de poemas o relatos.

Oda a Tomás Morales (Echedey Medina)

Yo, en la garganta sonora degollada de mi pueblo, te invoco compañero del horno. Grito tu nombre con una flauta profética que sin soberbia ni diatriba me regaló tu pueblo. Y la canción desciende por los barrancos llorosos, se detiene a beber en acueductos; se alimenta de viejos balnearios donde la vida ociosa deparó en la tiniebla más sombría, como deparan las cascadas de fuego al final de nuestras vidas.

La flauta de tu pueblo llora tu ausencia, ¡que no es tuya sola! sino de la voz de los poetas. Tus versos huyeron exiliados del paredón del verbo, y se refugiaron en la Atlántida, el viejo templo cósmico que inundaba el conocimiento.

Y sin embargo, Tomás, esta soledad aunque en gargantas ajenas, es tan mía, tan musical y propia; que la llevo ardiendo en mi piel a tal punto que me ha devorado un brazo. ¡Ah, pero me queda el otro!, me quedan cinco dedos, una lengua y dos ojos verdes, boscosos. Estos ojos lloran y explotan en la tranquilidad del desespero, dejan volar las gotas prisioneras y las deja escurrirse por los deshuesados techos.

En tardes como esta, de domingo ceremonial, me adentro en el espíritu de tu selva, en el pulmón de las ramas del laurel. Las ramas de los tilos estallantes, jubilosos, que algunas mañanas gimen ante las nubes, me lloran por tu crucifixión, me lloran por tu silencio de pelo ondulado y corbata roída. En mi consuelo, les hablo de la ola, les cuento del amor de la espuma que se apodera en la roca. De su poema de muros cayendo, de la violencia hambrienta de las manos azules... Quién sabe, quizás también te llaman.

Tus calles tan estatuarias en las noches de enero; levantan el cuerpo y escupen todo lo encadenado. Devuelven las piedras, los pasos y bastones, las botellas, los caballos y los infernales motores. Todas tus gentes llenas de amor y de brillo, parecen en cambio haber silenciado tu nombre. O quizás conjurados con las cenizas y con el polvo, te guardaron con amor maternal de loba que protege, pasando por tu casa, esa caracola cósmica de olor antiguo, (el verdadero santuario) sin enterrar el paso de las raíces de la sangre, sin santiguar tu matrimonio cultural.

Con una mirada de fusil o de miedo. Pero yo y algunos más, cincuenta, cienes, miles de voces dormidas en una garganta te gritamos, damos golpes a los árboles, sacudimos los cencerros en la letra de tu costa. También una carcomida letanía solloza en una barca de corales, un caballero de praderas redondas rema en el cuchillo una vieja canción, que reposa inyectada en tu templo elevado en el papel bordado de un ancestral nombre de ciudad fortificada: Villa de Moya.

Fuente: página web del ayuntamiento de Moya


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