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Opinion

leonilocartel2015La última debacle del estado de la nación, también en esta ocasión, dejó bastantes anécdotas. Si comenzamos a recordar algunas, haciéndolo por orden cronológico, podríamos detenernos en el encendido cruce de palabras entre el Presidente Rajoy y el líder de la oposición Pedro Sánchez. Se inflamaron, no sé si de modo real o en simulación, los líderes de los partidos mayoritarios del Congreso. Tanto fue, que al Presidente le afloró una vena juvenil, tomándose la licencia de expulsar de modo definitivo al Sr. Sánchez del Parlamento. Olvidó, cosas de la juventud insisto, que para acceder al Congreso de los Diputados quienes deciden son las urnas y quienes tienen derecho a voto, por lo tanto. Por muy Presidente que sea, salvo con quienes se presentan por sus siglas, no puede decidir quién sí o quién no asiste a las sesiones del hemiciclo. Quizá fuera eso, un ímpetu juvenil le hizo aflorar sus más bajas pasiones, le hizo sentir presidente plenipotenciario, sin otro límite que sus decisiones. No, no es así por fortuna. El tiempo de la democracia, al menos en ciertos aspectos formales, es una realidad, a pesar de las cómodas juventudes en otros regímenes políticos. Tal vez más cercano a sus intereses ideológicos, no lo afirmo.

Tanto fue, que al Presidente le afloró una vena juvenil, tomándose la licencia de expulsar de modo definitivo al Sr. Sánchez del Parlamento. Olvidó, cosas de la juventud insisto, que para acceder al Congreso de los Diputados quienes deciden son las urnas y quienes tienen derecho a voto, por lo tanto. Por muy Presidente que sea, salvo con quienes se presentan por sus siglas, no puede decidir quién sí o quién no asiste a las sesiones del hemiciclo.

Como quiera que el debate, el modelo diseñado para su desarrollo, le permitiera mantenerse en la tribuna en múltiples ocasiones, tuvo oportunidad el señor Rajoy de pronunciarse a sus anchas, sin limitaciones ni cortapisas. Quizá por ello tildase de patético, en su último encuentro, al Sr. Sánchez Castejón. No sé si el señor Presidente se refirió a su contrario como a alguien "capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía" o hizo alusión a alguno de sus sinónimos. Supongo, por su entonación, no se refiriese a alguno de los más benévolos o afables. Sea cual sea la intención, es evidente la pérdida de papeles como símbolo de la escasa base de su discurso. Una vez más, tal y como nos ha venido acostumbrando, lleno de medias verdades y situaciones plenas de alguna que otra falta de rigor y distante de la realidad.

No fue, si por su importancia tuviésemos necesidad de ordenarlos, el hecho más sobresaliente de la jornada. Quizá, por su sonoridad y sus conocidos ímpetus, lo más sobresaliente resultase la actitud de la vicepresidente primera del Congreso, mientras sustituía al titular, coincidiendo con la intervención del señor Rajoy. No voy a concluir, nada más lejos de mi intención, que la señora Villalobos careciese de interés por el discurso del líder de su partido. Dicho lo cual sí es cierta una cosa, quien tanto ímpetu muestra con quien conduce su coche oficial, no es tan eficaz en el desempeño de su tarea. Pues, y no lo digo yo sino a quien sustituía, su función es la de velar por el cumplimiento estricto del Reglamento del Congreso, atendiendo las intervenciones por si surge la necesidad de intervenir. Claro, en palabras de una compañera de partido, es capaz de llevar a cabo de modo simultáneo ambos cometidos.

Destaca otro aspecto en todo este lío. No es otro sino la prohibición a los miembros de la prensa de grabar imágenes. El motivo queda bastante claro, con esta actuación el propio protagonista es consciente de no poder acreditarse de nuevo, no poner en evidencia la actividad no adecuada de una diputada, en este caso, durante la celebración del Pleno.

Una duda más, fruto de la vista de las imágenes. No es otra sino, ¿cuál es el uso de la tableta, que con cargo al erario público, se le entrega a sus señorías? Me supongo, cosas mías, no sea para entretenimiento personal por el tedio de las sesiones parlamentarias. Podría pensarse en la escasa importancia del debate, al menos en su modo de actuar. Sea lo que sea, aún no he escuchado una explicación por parte de la susodicha. Quizá, continúe entretenida jugando con su tableta, sin disponer del tiempo para las necesarias disculpas.


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