Qué son los psicobióticos y cómo estos microorganismos influyen en nuestra salud mental

Pedro J. Martín Pérez Domingo, 09 de Octubre de 2022 Tiempo de lectura:


Quizá has oído alguna vez que nuestro cerebro y nuestro intestino están conectados. El eje intestino-cerebro describe un concepto fisiológico que integra todas las señales neuronales, endocrinas, nutricionales e inmunológicas entre un sistema y otro.


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Desde hace tiempo se sabe la importancia del microbiota intestinal, esos microorganismos que viven dentro de nuestro intestino, para que el aparato digestivo funcione correctamente. Pero no solo eso, la microbiota también influye en el funcionamiento del corazón, el hígado e incluso el cerebro.

Se han realizado también numerosos estudios de la influencia de la microbiota para la prevención de la obesidad o la diabetes, o de su influencia en las actividades deportivas.

Hoy sabemos que el eje intestino-microbiota-cerebro está influenciado por numerosos factores: la dieta que consumimos, factores genéticos, epigenéticos y medioambientales, el ejercicio, los antibióticos y otros fármacos, o el tipo de parto (natural o por cesárea). Por otro lado, conocemos que su alteración provoca perturbaciones del comportamiento cognitivo y social, alteraciones del apetito y de los estados emocionales del individuo, sin olvidar otras patologías como la enfermedad inflamatoria intestinal. 

Ciertas enfermedades neurológicas y del comportamiento se han asociado a un aumento de la permeabilidad intestinal y al paso de compuestos inflamatorios (llamados citoquinas) y neuromoduladores al torrente sanguíneo, y de ahí a nuestro cerebro.

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De hecho, algunas bacterias son capaces de producir dopamina, serotonina o norepinefrina, claves en procesos fisiológicos, de memoria, aprendizaje y comportamiento. Así se ha observado en varios estudios que la alteración de la microbiota intestinal puede modificar nuestra conducta y se ha asociado a trastornos nerviosos centrales, como la depresión o los comportamientos de ansiedad.

La evidencia científica emergente también sugiere que los virus, presentes en la microbiota intestinal, también pueden afectar profundamente a nuestro cuerpo.

El término psicobiótico fue acuñado en 2013 por un grupo de investigadores del Centro Farmacéutico Alimentario de Cork (Irlanda). Lo definieron como "un organismo vivo que, cuando se ingiere en cantidades adecuadas, produce un beneficio para la salud de los pacientes que padecen enfermedades neuro-psiquiátricas".

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Afortunadamente comenzamos a dilucidar el mecanismo de acción de los psicobióticos. ¿Cómo mandarían estos microorganismos mensajes al cerebro? Se postulan tres grandes líneas de acción.

1. A través de la producción de neurotransmisores (o sus precursores), que viajarían desde el intestino hasta el cerebro a través del nervio vago. Curiosamente, casi la mitad de la dopamina del cuerpo humano (conocida como la hormona del placer) está producida por los microorganismos que habitan en nuestro intestino.

2. Mediante la modulación del principal sistema de respuesta neuroendocrina al estrés: el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA). Su desregulación e inflamación es patente en personas con depresión, esquizofrenia o bipolaridad. El estrés crónico, por ejemplo, activa este eje, y, en el caso de una hiperactividad prolongada, podría generar daños cerebrales debido a una inflamación crónica. Los psicobióticos, a través de mediadores y el refuerzo de la barrera intestinal, ayudarían a atenuar el HPA y disminuir la neuroinflamación. Estudios en ratones con estrés crónico confirman esta hipótesis.

3. Finalmente, los psicobióticos podrían interactuar directamente con nuestro sistema inmunitario, produciendo ácidos grasos de cadena corta. Estos compuestos regulan la función de unos centinelas cerebrales (la microglía), que actúa frente a infecciones y daños en el tejido nervioso. Sin embargo, su disfunción debida a estrés crónico, dieta o sueño inadecuado puede desencadenar neuroinflamación, aumentando la susceptibilidad a futuras enfermedades neurodegenerativas.

psicobioticos04Es muy importante tener presente que la elección de un probiótico o psicobiótico debería basarse principalmente en su evidencia clínica antes que en la carga de producto que nos ofrezcan.

La efectividad de los psicobióticos depende de sus características, y estas deben ponerse a prueba en estudios clínicos. Solamente así podremos afirmar si tienen o no un efecto significativo en determinadas poblaciones y comprender su mecanismo de acción.

Las cepas psicobióticas más relacionadas con la salud mental son las pertenecientes al género Lactobacillus, Bifidobacterium, Lactococcus y Streptococcus. Su uso ha demostrado, en general, resultados satisfactorios en ansiedad, calidad del sueño, estrés y depresión.

La búsqueda en internet de probióticos que puedan mejorar la ansiedad y estrés se ha disparado en los últimos años, pero debemos ser cautos. Es erróneo relacionar que cualquier probiótico nos va a mejorar la salud (por mucho que se publiciten), ni esperar una mayor eficacia con tomar una mayor cantidad o una amplia combinación de cepas. 

Te recomiendo en cualquier caso que consultes siempre con una persona cualificada, y que no “juegues” a alterar tu microbiota, para eso están los estudios científicos donde se controlan todos los detalles, porque como si la alteramos también nos podemos encontrar con efectos no deseados o contrarios al que queríamos.

En definitiva, estos productos pueden ayudar, pero nunca reemplazar un estilo de vida saludable (como la realización de ejercicio físico o una alimentación saludable) o el control por parte de un profesional sanitario. Dejemos, por ahora, que la ciencia, y no los bulos de internet que nos quieran vender algo, nos ayuden a conseguir nuestros objetivos de salud.

Pedro J. Martín Pérez
Médico de Familia y Comunitaria
Experto Universitario en Nutrición Clínica y Salud Nutricional

 


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