Síndrome de piernas inquietas: causas, diagnóstico y tratamiento

Pedro J. Martín Pérez Lunes, 12 de Septiembre de 2022 Tiempo de lectura:



El síndrome de piernas inquietas (SPI) se caracteriza porque los pacientes experimentan la necesidad urgente de mover las piernas, sintiendo molestas, dolor y malestar. Estos síntomas, que desaparecen o mejoran con el movimiento, suelen presentarse cuando el paciente se encuentra en situación de reposo, sentado o tumbado, por lo que es muy frecuente que empeoren al anochecer o durante la noche y, por lo tanto, alteren la estructura del sueño produciendo trastornos como interrupción del sueño, dificultad para dormir o somnolencia diurna.



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La necesidad imperiosa de mover las piernas se parece a una compulsión. El paciente puede controlarla durante un tiempo, pero cuanto más está sin moverse mayor es la urgencia de hacerlo, mientras que al mover las piernas nota un alivio pasajero que pronto se sustituye por las ganas de moverse de nuevo.

El síndrome de piernas inquietas se conoce desde el siglo XVII, cuando Thomas Willis, médico inglés , la descripción de este médico quedó olvidada por la medicina durante casi 200 años. En 1945, el médico sueco Karl-Axel Ekbom publicó una serie de casos y acuñó el término “restless legs”. Por ello, el International Restless Legs Syndrome Study Group (IRLSSG) ha adoptado el término de enfermedad de Willis-Ekbom.

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En España, al menos unos 2 millones de personas padecen esta enfermedad neurológica y crónica. Una cuarta parte de los pacientes con síndrome de las piernas inquietas comienzan a notar los síntomas de la enfermedad en la infancia o en la adolescencia. Se estima que entre un 5 y un 10% de la población adulta y entre un 2 y un 4% de los adolescentes padecen esta enfermedad. Y uno de cada 5 pacientes sufre una forma grave de esta enfermedad. Sin embargo, sigue siendo poco reconocida e insuficientemente diagnosticada: hasta un 90% de los afectados podría estar sin diagnosticar.

Aunque las razones de la aparición de esta enfermedad aún no están claras, hasta en un 50-60% de los casos existe algún tipo de patrón familiar. El SPI es especialmente frecuente en situaciones que inducen déficit de hierro o alteración de su metabolismo, como el embarazo o la insuficiencia renal crónica avanzada. Sin embargo, la mayoría de los pacientes con SPI tienen niveles de ferritina normales, o incluso excepcionalmente elevados. Lo que ocurre es que la aparición de este cuadro no depende de los niveles de hierro en sangre, sino de su disponibilidad en el sistema nervioso central.

Asimismo, el curso del síndrome es progresivo: aunque al inicio de la enfermedad los pacientes alternan fases de mejoría con otras de exacerbación de los síntomas, con el paso del tiempo, los síntomas son cada vez más intensos, se manifiestan en cualquier momento del día y pueden verse afectadas, además de las piernas, otras partes del cuerpo.

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En general el diagnóstico se realiza con los datos clínicos aportados por el paciente. En todos los pacientes se debe hacer un estudio para descartar causas secundarias frecuentes, como análisis de sangre que incluya niveles de hierro y ferritina. Pero en algunos casos es conveniente la valoración del paciente por un especialista en sueño en las situaciones siguientes:

-Mala respuesta al tratamiento dopaminérgico o a los tratamientos habitualmente recomendados.
-Síntomas atípicos.
-Somnolencia diurna como síntoma principal.

Si se identifican posibles causas del cuadro, lo primero es intentar corregirlas (déficit de hierro, alteraciones en el funcionamiento renal, algunos fármacos (como antidepresivos, algunos medicamentos para el catarro o las alergias, medicamentos para las náuseas y los vómitos o para los mareos,..,en estos casos consulta con tu médico), etc.

El insomnio y el cansancio general tienden a empeorar los síntomas del SPI, por lo que llevar a cabo una vida ordenada (acostarse y levantarse a la misma hora y tener un ambiente de sueño tranquilo) debe ser un primer paso para aliviar estos síntomas.

Es importante realizar ejercicio físico moderado (a últimas horas de la tarde), y reducir el consumo de café, tabaco y alcohol que empeoran las molestias del proceso).

Algunos casos requieren tratamientos farmacológicos, como los agentes dopaminérgicos, como son el pramipexol y el ropirinol, estos fármacos son de prescripción médica.

Los agentes sedantes (como las benzodiazepinas) son escasamente afectivos para aliviar los síntomas del SPI durante la noche. Se toman bien a la hora de acostarse, además de un agente dopaminérgico, o lo toman las personas que tienen síntomas primarios a la hora de acostarse. Su principal problema es la posibilidad de sedición diurna, problemas sobre la memoria, caídas o problemas de dependencia.

Y en algunos casos más particulares pueden requerir analgésicos o anticovulsivantes.

Si al leer este artículo te has sentido reflejado, no lo dudes y consulta con el médico. Si bien el síndrome de las piernas inquietas no reviste gravedad, sí es un malestar bastante incómodo.

Pedro J. Martín Pérez
Médico de Familia y Comunitaria
Experto Universitario en Nutrición Clínica y Salud Nutricional

 


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